Foto por Edwin Andrade / Unsplash
[Mt 10,5] No tomen el camino de los extranjeros, ni entren en una ciudad de Samaritanos, diríganse más bien hacia las ovejas perdidas de la casa de Israel.
Apenas diez años después de la muerte de Jesús, un hombre como Pablo no se habría reconocido a sí mismo en este texto, tomado del Evangelio de Mateo. La misión universal con los extranjeros y judíos (1) es una realidad propiamente cristiana, nacida en la diáspora, en el mundo helénico. No es compartida por la rama palestina (Galilea o Judea) del cristianismo. En esto, los cristianos de origen palestino están en línea directa con Jesús.
Tensiones entre pueblos
Jesús imaginó su misión solamente dentro de las fronteras de Galilea, un territorio que alguna vez fue parte de la “Casa de Israel”. Era la parte fértil del antiguo Reino del Norte, donde crecía el trigo del país cuya capital era Samaria. Sin embargo, en el siglo primero, las relaciones eran particularmente tensas entre los samaritanos, por un lado, y los judíos y galileos, por el otro.
Los samaritanos consideraban a Galilea, conquistada por los macabeos (una familia sacerdotal judía) dos siglos antes, como territorio judío, por lo tanto, enemigo. Los galileos, por su parte, sintieron esta conquista como un ataque a su libertad y, por otro lado, veían a los samaritanos como unos completos extraños.
Además, les habían impuesto un rey, Herodes Antipas, quien estaba al servicio del Imperio Romano, el cual dominaba los territorios circundantes, al norte y al este (del otro lado del lago), y promovía el auge de cultura helénica en el país.
Una Historia en movimiento
Una misión entre los samaritanos o extranjeros era casi imposible para Jesús. Incluso, eso probablemente nunca se le pasó por la mente. Eran los pobres de su Galilea quienes le atraían, a quienes fue revelada la personalidad del Padre (2), furtiva a los estudiosos y expertos (Mt 11,25).
Esto explica el por qué Pablo habia podido decir que no conocía al Cristo según la carne (2 Co 5,16), en pues él veía su misión de manera diferente a como él la vio. Él había sufrido suficiente a causa de hombres como Jacobo, el hermano de Jesús, muy influyentes en Jerusalén, quienes buscabas contrarrestar su influencia.
Entonces podemos entonces todo lo que se necesitó en términos de experiencia y discernimiento, durante el medio siglo que transcurrió entre la muerte de Jesús y la redacción del Evangelio de Mateo, para que al final, este último pueda poner estas palabras en la boca de Cristo: “Vayan y hagan discipulos de todas las naciones (Mt 28,19).” Es muy interesante ver que, en su Evangelio, Mateo se atreve a modificar una directiva del Jesús de la historia por el Cristo de la fe.
Un texto que muestra la necesidad de discernimiento continuo en una Historia en movimiento.
(1) En los tiempos del Nuevo Testamento en todo el mundo mediterráneo, los hijos de Abraham, sin importar dónde vivan, son llamados “judíos”. Reciben su nombre del territorio en el que se encuentra su capital, Jerusalén, y esta designación no tiene el carácter exclusivamente religioso de nuestra palabra “judío”. Sin embargo, incluso dentro de Israel, la situación es diferente: un galileo no se llamará a sí mismo Judea, y un hombre como Pablo, por ejemplo, nunca ha usado esa palabra para presentarse.
(2) El autor utiliza la palabra del francés “Parent”, en lugar de “Père”, para reducir el peligro de masculinizar la realidad divina. Sin embargo, ambos vocablos se traducen como “Padre” en español.
ACERCA DE ANDRÉ MYRE
André es un reconocido biblista, autor de numerosos libros, profesor jubilado de la Universidad de Montreal y especialista de los Evangelios, particularmente el de Marcos. Durante varios años, ha dirigido numerosos talleres bíblicos.
