Este libro describe la trayectoria del Doctor Jean Lemieux, desde sus sueños de infancia, pasando por su estancia en las Islas de la Magdalena, hasta sus años de práctica médica en la Unidad de Medicina de un hospital psiquiátrico de la ciudad de Quebec, así como su “lucha como jefe de departamento ante la reforma del sistema de salud”.

Durante mucho tiempo, el autor compaginó dos profesiones: médico y escritor. Adoptó a Jacques Ferron y Antón Chéjov como sus ídolos. Publicó varias novelas, algunas de las cuales fueron galardonadas. Finalmente, se convirtió en el “médico que escribe en las Islas de la Magdalena “. “Salí de mi propia vida”, comenta, “me descargué en una nube de palabras, estos recipientes de papel que viajan de pensamiento en pensamiento, de mano en mano.”

Al final de lo que él llama su “largo y abracadabrante viaje al límite de la medicina”, emprende su autobiografía, que resume en pocas líneas: “Al final, sólo estoy yo, Jeannot, patinando solo en la pista de hielo de los Hermanos, sumergiéndome en novelas de aventuras al fondo del aula, suturando el arco del boxeador en la sala de urgencias del Hospital Saint-Luc, aterrizando en Cap-aux-Meules una tarde de verano, entrando en el gran edificio de piedra una mañana de verano, para salir dentro de siete días.”

El libro puede leerse en paralelo. Los capítulos sobre la infancia y la adolescencia y luego los estudios de medicina que le llevaron a las Islas se alternan con su estancia en el Instituto Universitario de Salud Mental de Quebec.

El encanto de las Islas

Jean Lemieux empezó a ejercer en zonas remotas, que en su momento le encantaron. “Una tarde de marzo”, cuenta, “ocupé un asiento en un avión bimotor de la Eastern Provincial Airways con destino Quebec-Charlottetown-las Islas. En la oscuridad de la noche, mientras el avión vibra, se sumerge y rueda bajo el efecto de un viento que podría despeinar a un calvo, descubro de repente, grupos de faros en medio del océano, las luces del archipiélago. Los guijarros blancos se agitan en un mar salpicado de olas cortas. Las verdes colinas, las dunas doradas, contempladas tres veranos atrás, son grises, rodeadas de marismas y lagunas heladas.”

Su trabajo “se articula en torno a varios polos: la urgencia, la hospitalización, la consulta, una especialización en psiquiatría”, sin olvidar las “visitas al dispensario de L’Île-d’Entrée”. Le encantaba esta experiencia, que compartía con su mujer y sus tres hijos. “Los madelinotes me aceptan como soy. Desde hace más de dos siglos, las estaciones y los naufragios depositan en sus costas sus oleadas de originales, huérfanos y desertores.”

Es el “médico que toca la guitarra, escribe libros y se interesa por la salud mental”. Está tan fascinado por la historia de los madelinotes que una parte de su tiempo lo pasa en el Museo del Mar “revisando los registros y los viejos papeles del Padre Landry”.

Una larga estancia en psiquiatría

Doce años después, la situación es distinta en el Hospital de Quebec. “El lunes 4 de julio de 1994 entré en el inmenso edificio de piedra gris del camino de la Canardière. Durante varias semanas, no podía entrar sin sentir una opresión en el pecho: el hospital psiquiátrico, con sus siete pisos, ocho alas, mil quinientos pacientes y pabellones anexos, accesibles por túneles, me ponía ansioso.”

Sin embargo, fue su decisión. Aunque no es psiquiatra, atiende físicamente a estos enfermos, por ejemplo, esquizofrénicos, que a menudo buscan y encuentran cobijo allí. Las estancias suelen ser largas, y el hospital a veces se convierte en un refugio.

Clásicamente, la esquizofrenia disminuye un poco cuando los pacientes superan la cincuentena. Los síntomas llamados “negativos”, apatía, desinterés, retraimiento, inacción se imponen a los “positivos”, agitación, delirios. En algunas personas, especialmente las que tienen rasgos obsesivos, la enfermedad cristaliza en un conjunto de rasgos que no son compatibles con la vida en sociedad. El paciente es incapaz de adaptarse a los cambios. Con delirios encapsulados, como unos circuitos soldados tan sólidamente como las barandillas de la galería, que ningún medicamento puede romper, él o ella sólo puede tolerar una rutina inmutable, en un espacio adaptado, provisto de objetos tranquilizadores.

Jean Lemieux

Los vaivenes del sistema

Como Jefe de Departamento, experimenta los altibajos del sistema. Habla de una “serie de reuniones, encuentros y conferencias telefónicas” entre la cúpula de la institución y “estos interlocutores ocultos, los viceministros de Salud y Servicios Sociales”. Los viceministros”, escribió, “algunos de los cuales nunca han puesto un pie en el Instituto y no saben nada de la práctica cotidiana de la psiquiatría, son asesorados por altos funcionarios anónimos, no electos y que no rinden cuentas, cuyas adhesiones, inclinaciones ideológicas o intereses personales pueden variar”.

No fue hasta 2017 que puso punto final a esta aventura, anunciando con nueve meses de antelación, en la que tuvo que implicarse y desvincularse a la vez para mantener su equilibrio y su brújula. El 25 de mayo de 2018 abandonará el inmenso pabellón gris para buscar otra vida, otro horizonte.

Este es un libro que debe descubrirse, que probablemente leerá hasta la última línea. Es la mirada de un escritor que maneja la pluma con destreza y ternura, y nos permite adentrarnos, página tras página, en este universo complejo y difícil, pero tan cercano a lo humano.

ACERCA DE RENÉE THIVIERGE

Periodista, escritora, traductora y dramaturga, Renée siempre ha estado interesada en la filosofía y la espiritualidad. La belleza y el ser humano son sus mejores fuentes de inspiración y cree apasionadamente en el poder de las palabras para teñir con poesía los límites de un mundo a menudo superficial y mediático.

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