Foto por Joshua Earle / Unsplash

¿Quién dirige mi vida? ¿Quién controla mis decisiones? ¿Quién me influye tanto como para sentirme avergonzado por no hacer lo que quería hacer de verdad o expresar lo que pienso?

Tengo miedo de ser juzgado, tengo miedo de decepcionar, tengo miedo de no estar a la altura, tengo miedo de fracasar.

El miedo paraliza. El miedo inmoviliza. Cuando mueres, te quedas inmóvil.

¿Estás muerto? Un muerto viviente.

Nuestra vida es una obra de arte

Podemos decidir no ser muertos vivientes, podemos decidir tomar nuestra vida entre las manos y crear, como un artista escultor, una obra de arte que, tras mucho esfuerzo y perseverancia, puede conviertirse en una obra maestra. La obra de arte más hermosa que podemos crear es nuestra propia vida.

Una vida es una escultura que hay que trabajar, moldear y que se transforma constantemente. Existe la transformación física, pero también existe, de forma menos visible, la transformación psicológica que se ilustra con los rasgos de nuestra personalidad. Esta personalidad se desarrolla de forma más o menos armoniosa en función de los padres, los amigos o los enemigos que conozcamos desde una edad temprana.

Las dificultades, los reproches recibidos, el apoyo o la ausencia de los padres pueden minar nuestra confianza. Para protegernos de lo que nos ha hecho daño, nos hemos encerrado en nosotros mismos. Hemos decidido actuar de forma que no desagrade a quienes amamos. Queremos que nos amen. Hemos construido una imagen o caparazón para protegernos, para disminuir el dolor de no ser amados o perseguidos.

Toda la energía empleada en protegernos es energía no disponible para crear nuestra propia vida. Así, vivimos con poca energía, nos cansamos con facilidad, nos desmotivamos y, sobre todo, nos paralizamos ante las decisiones que deberíamos tomar para ser felices.

Por desgracia, aceptamos con docilidad no decidir nada. Creemos que somos incapaces de ir hacia donde nuestro instinto o nuestro deseo interior nos llevaría. Tenemos el rabo entre las piernas, por así decirlo, y como resultado somos infelices y culpamos a la vida y a los demás de nuestras desgracias y de nuestra pobre y aburrida existencia.

Tomar el control de nuestra vida

Ha llegado el momento de tomar el control de nuestras vidas. ¿Qué puede pasarme si tomo la decisión que en el fondo quiero tomar, pero que me da miedo? ¿Qué me puede pasar? ¿Se decepcionarán mis padres?

No podré tener éxito… ¿por qué? ¿No hay una vocecita dentro de ti que quisiera hacer algo que te estimule? Preguntémonos: ¿seguimos siendo infelices por los demás o confiamos en la vida? Podemos decidir ahora mismo tomar las riendas de nuestra vida como todos aquellos que han logrado grandes cosas y que han experimentado fracasos temporales.

Estos fracasos temporales han sido los peldaños para llegar a las alturas. Piensa en la vida como una montaña que se escala. No siempre será fácil, pero alcanzar nuevas altitudes será muy gratificante e incluso estimulante. Cuanto más alto sea el nivel que alcancemos, más lejos podremos ver y mejor nos entenderemos a nostros mismos y a la vida.

Si nos conformamos con subir una pequeña colina, no estaremos orgullosos de nosotros mismos y, por tanto, seremos infelices. Adelante, decidamos ahora alcanzar las cimas más altas. Para ello, tomemos las riendas de nuestras viendas, el destino en nuestras manos. Nuestra vida nos pertenece y sólo nosotros somos responsable de ella.

ACERCA DE PIERRE FARAH-LAJOIE

Apasionado por el desarrollo empresarial, Pierre ha trabajado en más de 50 países para empresas de diferentes tamaños. Licenciado en Ingeniería Industrial y con un Master en Investigación Operacional por la Escuela Politecnica de Montreal, Pierre es un líder que sabe motivar a sus empleados para que den lo mejor de sí mismos. Su entusiasmo y franqueza con respecto a su visión de la espiritualidad y la vida no deja a nadie indiferente.

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