Foto por Silviu Zidaru / Unsplash
Independientemente de cómo se hable históricamente de la manifestación de la “resurrección de Jesús”, que era el término técnico de la época para definir el advenimiento de la Pascua; lo que es importante recordar hoy es el mensaje: Jesús siempre ha estado Vivo.
Se dice que Dios no muere, que habitamos en Él, por lo tanto no morimos. ¿Cómo me siento ante semejante silogismo? San Agustín dijo: “Si no habito en Dios, muero; si habito en Él, vivo”.
¿Resuena diariamente en mí esta atracción por Jesús? ¿Actúa, por ejemplo, como una poderosa ayuda para soltar mis complejos existenciales que me impiden comprender y vivir el verdadero sentido de la vida? Parece que vencer el miedo es el principio de la sabiduría: “Cuando sea levantado de la tierra, dice el Señor, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32).
¿Formo parte de este grupo de discípulos? ¿Encontraré siempre una alegría interior indefinible y difícil de expresar? ¿Estaré también con frecuencia desubicado de mi cuerpo, desconectado interior y exteriormente de mis relaciones con el Otro y con los demás?
¿Quién es realmente el vencedor en nuestro mundo? ¿No es el que cree y vive en Aquel a quien nuestro Padre celestial resucitó de entre los muertos y luego restauró a la vida? ¿No actúa esta revelación pascual como un Poder liberador, una Palabra reavivadora, que nos da una conciencia mejorada, ajustada a una realidad verdadera y que confirma, como prueba última, la existencia de una vida eterna con Él?
¿Escucho y respondo en consecuencia, es decir, amándole a través de su creación en constante evolución y de sus variadas criaturas humanas? ¿La muerte humana de Jesús en la cruz y su Resurrección me confirman definitivamente el predominio de la Vida sobre la muerte? En cuanto a mí, esta afirmación es una manifestación de confianza, sin titubeos, en la esperanza que siempre está conmigo y una certeza de mi fe que emana del corazón al proclamar con fuerza que Dios permanece siempre Vivo entre nosotros.
Esta capacidad de cada ser humano de trascender su propio ego facilita nuestra adhesión a tal narrativa. Este enfoque se basa también en el reconocimiento incondicional que nos confiere la Gracia: “Todo es gracia”, decía Bernados. Es el mismo Señor quien nos dice: “Te basta con mi gracia” (2 Cor 12,9).
Es una voz que habla al corazón de todo ser humano. Pero esta voz, esta gracia, recibida en nosotros, por un profundo discernimiento de la conciencia, debe recorrer cada día un camino que debemos perfeccionar o mantener, para estar bien expuestos a recibirla.
Pablo de Tarso condensó su fe en un solo versículo en Romanos (10:9): “Si tu boca reconoce que Jesús es el Señor, y si confías en que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás libre”. Jesús eligió a sus discípulos diciéndoles: “Sígueme” (Marcos 2:14). Se sentía cómodo y abierto con las personas a las que llamaba, independientemente de su clase social, su trasfondo religioso y su cultura. Hoy vuelvo a responder a Jesús con plena conciencia, libertad y alegría: “Te sigo”.
“No hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro”, suele decir el Papa Francisco. En definitiva, los caminos del amor de Dios están abiertos para siempre. Preparémonos cada día para nuestra Vida Eterna. El Padre Eusebio, junto con nuestros familiares y amigos, nos esperan con los brazos abiertos en la Casa de Nuestro Padre, por cuya puerta principal ya hemos entrado.
ACERCA DE DENIS GAUTHIER
Empresario, ex jesuita y de ascendencia amerindia, herencia de la que se siente especialmente orgulloso, Denis es un universo en sí mismo. Un universo que explora con paciencia y determinación, sembrando las semillas de proyectos movilizadores y amistades leales. Amante de la naturaleza y apasionado de las personas, sabe convencer y destaca en el arte de rodearse de personas motivadas y creativas que le apoyan y siguen.
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