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Abad Pierre, una vida de lucha

Par Sophie Archambault

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24 abril 2024

Foto: Captura de pantalla del tráiler oficial de la película

Estrenada en 2023 y presentada en el Festival de Cannes ese mismo año, la película biográfica L’Abbé Pierre, une vie de combats (Abad Pierre, una vida de lucha) aborda de forma humana, realista y sensible la vida de Henri Grouès. Sacerdote francés, suboficial militar, combatiente de la Resistencia y luego diputado, este gran hombre fue ante todo un luchador que, a lo largo de toda su vida, defendió en cuerpo y alma a los necesitados.

Desde las primeras imágenes de la película, nos encontramos con Henri, avanzado en años, vagando en el corazón de un desierto rocoso, bajo un cielo oscuro del que caen las estrellas. El anciano parece caminar a ciegas por este paisaje límbico, que le obliga a reflexionar sobre sí mismo y, sobre todo, sobre la vida de lucha que ha librado con tanto ahínco. Por última vez, Henri se plantea las preguntas que le han motivado toda su vida y guiado todos sus actos.

 

Hice todo lo que pude para ayudar a los demás. ¿Fue suficiente? ¿Conseguí cambiar un poco las cosas? ¿Dejé tras de mí un mundo un poco mejor?

 

Estas preguntas transportan al espectador a 1937, donde verá desarrollarse todas las etapas importantes de la vida de Henri Grouès. Inicialmente religioso en el convento de los capuchinos de Crest, su frágil salud le obliga a renunciar a este estilo de vida austero. La Segunda Guerra Mundial le moviliza como suboficial. Enfrentado al lado más oscuro de la humanidad, se convirtió en miembro de la Resistencia, creando un grupo clandestino en las cordilleras de Vercors y Chartreuse, acogiendo a niños judíos y ayudando a los que se negaban a cumplir el servicio militar obligatorio. Como miembro de la Resistencia se cruzó con Lucie Coutaz, una mujer que cambiaría el curso de su vida. Ella ocultó la identidad de Henri bajo un nombre falso, el de “Abbé Pierre”, y le acompañó en todos sus proyectos como secretaria, activista, pero sobre todo como una verdadera y sincera amiga.

Juntos, deciden construir una casa “para los que no tienen nada”, ni hogar ni esperanza. Fue entonces cuando se formó la comunidad de Emaús de Neuilly-Plaisance, que se convirtió en un verdadero movimiento de lucha contra todas las formas de exclusión en Francia. Siguieron una sucesión de combates incesantes que duraron hasta principios de los años 2000, cuando Henri y Lucie lucharon tanto para conseguir dinero con la finalidad de reducir el número de personas sin hogar y crear concienciar entre la gente ante la urgencia de actuar, la urgencia de amar.

 

Una larga batalla contra la pobreza

 

Al final de la Segunda Guerra Mundial, Henri se encontró perdido después de presenciar tanta ignominia, apatía y crueldad. “Ya no sé nada”, dice, “¿dónde encajo ahora?” Siendo él mismo una persona en busca de sentido, la casa de Emaús le permitió recuperar su fe en la humanidad al ver a todos los habitantes de la comunidad servir a los menos afortunados que ellos. Éste se convirtió en el lema de la casa al luchar contra “los únicos enemigos que existen: el frío, el hambre, la soledad y la miseria”. Si la guerra era una batalla contra seres humanos reales, luchar para erradicar la pobreza es una batalla igualmente ardua. A lo largo de la película se puede sentir la rabia casi bélica que impulsa al sacerdote, y que tiñe incluso su discurso. Aunque dice estar “en guerra contra la pobreza”, también se describe a sí mismo como un “pacifista”, porque “la lucha es diaria”.

A Henri y Lucie se les denegaron los fondos que habían solicitado al Ministerio para financiar la casa de Emaús, y fueron testigos de una elevada tasa de mortalidad entre los indigentes, a los que no pudieron alojar. El invierno de 1954, especialmente frío y gélido, se llevó consigo a muchos franceses, entre ellos el primer bebé que nació en la comunidad. Insurgente contra la inacción popular, el abad Pierre lanza un grito de socorro, un llamamiento a todo el mundo a través de Radio-Luxemburgo para que se abran centros de emergencia en toda Francia:

 

Amigos míos, ¡ayuda! […] Cada noche, más de dos mil personas se acurrucan en el frío glacial, sin techo ni pan para comer. […] Tú que sufres, quienquiera que seas, ven [a estos centros de emergencia], duerme, come, recupera la esperanza. Aquí, te queremos.

 

Tras este llamamiento a la bondad, Emaús empezó a recibir fondos. Pero la gestión de los fondos seguía siendo problemática. El abad Pierre, que quería gastarlo todo en la construcción de viviendas, se enfrenta al planteamiento más estratégico del consejo de administración, que quiere hacer proliferar el dinero para poder beneficiarse a su vez de él. La película pone de relieve esta dicotomía constante entre tener y dar al prójimo, que sigue rigiendo la mentalidad de la gente hoy en día, como muestra el final de la película.

 

Amar la humanidad

 

La larga vida de Henri Grouès y sus interminables batallas son ante todo un intento de comprender la naturaleza profunda de los seres humanos y los poderes que los mueven. En la era de la globalización, se pregunta por qué a algunos les cuesta tanto entender que “todos formamos parte de la misma humanidad” y que los derechos fundamentales de los seres humanos no difieren según la etnia, la situación económica, la religión o el estatus social. Su amor por los seres humanos sobrepasa todo lo demás, y le indigna que esto sólo ocurra con una minoría de la población.

 

Voy a seguir amando a la gente toda mi vida. Y ayudarles con toda mi alma y todas mis fuerzas, con toda la furia de que soy capaz, contra el mal juicio, el desprecio o la indiferencia.

 

A pesar de este deseo aparentemente inagotable de ayudar, las repetidas derrotas, la lentitud de los progresos y la caída en picada de la situación de los pobres llevaron al abad Pierre a cuestionarse la eficacia de sus acciones y, en última instancia, la fe en sí mismo. Quedaba una sola pregunta: “¿Para qué creer si no llega nada? ¿Para qué la existencia humana?”

Sin embargo, en los últimos momentos de la vida de Henri, cuando se imagina charlando con su amigo de juventud muerto en combate, éste le recuerda la razón de las constantes batallas que libró durante toda su vida. Si defendió tanto a los pobres, los excluidos y los desfavorecidos, fue sobre todo porque amaba a los seres humanos y los aceptaba tal como eran. “Has fracasado, Henri”, le dijo su amigo, “no has cambiado al hombre. No le has hecho feliz. No le has hecho más feliz. Lo has hecho mucho mejor”.

 

Saber más sobre la Fundación Abbé Pierre

 

Creada en 1987 y reconocida de utilidad pública en Francia el 11 de febrero de 1992, la Fundación Abbé Pierre tiene como misión permitir a todas las personas necesitadas acceder a una vivienda digna y a una vida decorosa, sea cual sea su situación social. La Fundación lucha contra la exclusión y la vivienda precaria. Abad Pierre fue su presidente hasta su fallecimiento en 2007.

 

ACERCA DE SOPHIE ARCHAMBAULT

Estudiante del Máster en estudios literarios, Sophie lee y escribe para entender mejor al ser humano, la sociedad, pero sobre todo al mundo en el que vive. Noctámbula, sus lecturas nocturnas sobre la espiritualidad y los fenómenos religiosos han acrecentado su interés por el concepto de lo sagrado. Amante de la naturaleza y sus peligrosas bellezas, la mitología, la historia del arte y todo lo que requiere creatividad, Sophie gusta de encontrarse a sí misma a través de estas pasiones para luego abrirse al mundo que la rodea.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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