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La felicidad: todo el mundo quiere encontrarla. Pero, ¿qué es la felicidad? Es un estado de ánimo. Es hacer lo que nos gusta y aceptar lo que sucede con desapego. Es apreciar y vivir plenamente el momento presente.

No es necesario mover montañas. Leer un libro, ver una película, charlar con un amigo. Estos momentos pueden ser suficientes para hacernos felices si los vivimos plenamente, manteniendo lejos los pensamientos que nos distraen.

Ser nuestra propia fuente de felicidad

La felicidad se construye dentro de nosotros. No viene de otros. Si pensamos que nos hacemos felices gracias al amor de otra persona, le estamos transfiriendo una responsabilidad que no puede cumplir siempre. Su amor de hoy se desvanecerá con el tiempo, como los surcos de la arena cuando pasan las olas.

La felicidad está en nuestro interior, pero también en el momento presente. Tener demasiadas expectativas es la forma más segura de ser infeliz. Esto no significa que no debamos tener planes. Podemos esperar conseguir un determinado tipo de trabajo, hacer un viaje o conquistar el corazón de un ser querido. Pero, ¿qué ocurre si no se cumplen nuestras expectativas? Nos sentimos infelices, frustrados y, a veces, incluso desesperados, hasta el punto de emprender acciones lamentables.

Te preguntas: “¿Por qué he tenido un accidente? ¿Por qué murió mi ser querido? ¿Por qué no he conseguido el ascenso que quería? ¿Por qué me dejó mi compañero de vida? ¿Por qué soy infeliz?”

Somos infelices porque nos negamos a reconocer que lo que nos ocurre es una oportunidad para crecer, para evolucionar. Nacemos en esta tierra para desarrollarnos, aprender, crecer y superarnos. Si nos resistimos y rechazamos nuestra realidad, no encontraremos la felicidad. Lo que resistimos persiste.

Cuando hacemos planes y la vida nos pone obstáculos que limitan nuestra capacidad de llevarlos a cabo, tenemos que preguntarnos por qué se producen esos fracasos: “¿Qué puedo aprender de lo que me pasa? ¿Era este un buen proyecto para mí?” Si aceptamos lo que nos ocurre y corregimos la situación cambiando nuestra forma de hacer las cosas y nuestra manera de vivir, volveremos a encontrar la felicidad. Por supuesto, la felicidad rara vez es permanente. Tal vez sólo algunos seres espirituales lo logren con más facilidad que la persona promedio.

Disfrutar lo que tenemos. Evitar la envidia. Tener en cuenta este pensamiento del ex primer ministro del Quebec, Daniel Johnson: “Cuando me miro a mí mismo, me doy pena, cuando me comparo, me consuelo”.

Reaccionar ante lo desconocido

El miedo es el principal obstáculo para la felicidad. Este miedo que nos persigue o paraliza viene del futuro. Su origen está en lo que aún no ha ocurrido. Pero, ¿podemos controlar esta incógnita que nos asusta? ¿Podemos atemperar las consecuencias?

Si no tenemos control sobre lo que puede suceder, podemos dejarnos llevar: lo que va suceder, sucederá. Son las acciones y los gestos que realizamos después los que nos permitirán tomar las riendas de nuestra vida y, en consecuencia, ser felices o infelices. Tenemos una opción, un privilegio que sólo los humanos tienen en esta tierra. Ninguna planta, ningún animal tiene esta posibilidad.

¡Tenemos el poder de ser felices! Aceptemos con humildad lo que nos ocurre y disfrutemos de los buenos momentos viviendo en el presente. Esto reducirá en gran medida nuestros miedos. Si surge una oportunidad, y a menudo eso pasa, descubramos lo que la vida está tratando de decirnos y ajustemos nuestra forma de hacer y de ser en consecuencia. La felicidad llamará a nuestra puerta cada vez más a menudo.

ACERCA DE PIERRE FARAH-LAJOIE

Apasionado del desarrollo empresarial, Pierre ha trabajado en más de 50 países en empresas de todos los tamaños. Licenciado en ingeniería industrial y con un máster en investigación operativa por la École Polytechnique de Montréal, él es un líder que sabe motivar a sus colaboradores para que den lo mejor de sí mismos. Su entusiasmo y franqueza en cuanto a su visión de la espiritualidad y la vida no dejan a nadie indiferente.

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