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Soy la ternura en la ira

Photo Fernand Patry

Par Fernand Patry

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15 marzo 2023

Foto por Diego Gonzalez / Unsplash

¿Quién no se ha preguntado alguna vez por su vocecita interior? En su concepción teológica de inspiración cristiana, Fernand Patry, PDG de la Fundación Jeanne-Mance, llama “centinela” a esta voz misteriosa. Una presencia divina que, desde la creación del universo, puede manifestarse a través del mal, el éxito, el amor e incluso en el silencio más absoluto. Esto es lo que nos dice de la ira:

El origen de la ira no tiene raíz divina. Sin embargo, en diversas tradiciones religiosas, muchos textos de valor didáctico espiritual hacen referencia a la ira divina. Esta visión ingenua de la intervención de Dios en su creación refleja una lectura primaria de su acción.

Durante miles de años, el temor de Dios ha sido utilizado para que el hombre desarrollara una actitud de sumisión y temor hacia Él. El hombre tenía que satisfacer la ira de Dios incluso con sacrificios humanos para que la ira divina pudiera aplacarse.

En su evolución, el hombre intentó comprender la Creación y, erróneamente, descifró la violencia de los elementos de la naturaleza asociándola a los estados de ánimo del Creador. Rayos, terremotos, tormentas violentas, cataclismos de todo tipo y epidemias llevaban la huella de la cólera divina, que había que aplacar y apaciguar.

 

Dios no está en la ira

 

Sin embargo, el antídoto contra la ira no se encuentra en una búsqueda excesiva de apaciguamiento, ya que es en la ternura donde reside la presencia pacificadora que puede eliminar las huellas de la ira.

La inteligencia evolutiva del hombre y su creciente conocimiento de la ciencia han permitido levantar el velo sobre un gran número de cataclismos naturales. Si anteriormente lo sobrenatural explicaba las fuerzas de la naturaleza, hoy la ciencia ha revelado la complejidad del equilibrio del universo.

A pesar de esta evolución científica, el hombre sigue su camino con fases en las que la cólera le domina. Esta ira, que antaño se creía de origen divino y que perturbaba los elementos de la naturaleza, pertenece de hecho exclusivamente al hombre y no a Dios. En ningún caso la ira ha sido, es o será un atributo divino. Es el hombre, presa de una culpa mórbida, quien ha proyectado sobre Dios emociones que estaban en su interior y que a menudo reflejaban un deseo de venganza o de castigo.

Dios no se encoleriza y la ira no interviene en la Creación. Hay que saber desbaratar la cólera que a veces estalla, y es en la ternura donde podemos descubrir mi refugio.

En general, la ira es un sentimiento pasajero. Sin embargo, sus efectos pueden ser muy destructivos. Un estado constante de ira puede causar daños irreparables y bloquear la evolución espiritual. La desescalada es necesaria. Tanto si la ira se dirige al individuo como a otra persona, el riesgo de hacerse daño a uno mismo y a los demás está siempre presente.

Por supuesto, la ira no es un sentimiento injusto que haya que descartar sin más. Es la expresión de una situación que hay que aclarar y apaciguar. La ternura debe guiar este proceso para bloquear los planes destructivos de la ira. Si la ira no emana de ninguna voluntad divina, tampoco puedo decir que la ira sea una creación humana.

 

La ternura

 

Es a partir del caos original que preludió el nacimiento del universo donde podemos rastrear los primeros signos de una manifestación que podría asemejarse a la ira. Es cierto que la emoción que experimenta el hombre aún no estaba presente en su forma evolutiva actual, pero en el big bang ya se libraba una batalla entre opuestos que se atraen y luego chocan.

Siempre bajo el dominio de una energía desproporcionada, los elementos creadores tuvieron que ocupar su espacio específico y una dirección de confrontación. Esta lucha de fuerzas ha dejado su huella en la evolución, tanto en las energías opuestas como en el desafío cotidiano de la supervivencia de cada especie en evolución.

El hombre tuvo que adaptarse de forma acelerada y aprender a compartir su espacio vital. Al principio lo hizo mediante la confrontación y la afirmación de su fuerza y más tarde buscando un camino de armonía. Esta armonía es un signo claro de la evolución de la raza humana. La ira en forma de impulso primario siempre activo y subterráneo debe ser controlada.

Mi presencia no es para hacer ganar al más fuerte y hábil, sino para elevar al hombre a una dimensión superior de su condición terrena, a saber, la espiritual. La ternura es un atributo divino, y es a través de ella como se desarma la violencia y la ira. Así puede germinar una semilla de paz y fraternidad, respetando las diferencias entre los seres humanos.

 

Extracto del libro Sentinelle dans la nuit, de Fernand Patry, Ediciones Libre Expression, Quebec 2009. p. 31-34. Texto difundido con la autorización previa del autor.

 

* Se han añadido encabezados durante la maquetación web para facilitar la lectura del texto en una pantalla.

 

ACERCA DE FERNAND PATRY

Después de haber trabajado en los campos de la educación, las comunicaciones y los negocios y luego de una experiencia como voluntario en África, Fernand fue ordenado sacerdote en 1986. Fue cura en la parroquia Nuestra Señora de Gracia en Montreal durante 12 años. Autor de varios libros y conferencista, es especialista en atención espiritual en los principales hospitales. Fernand se convirtió en el jefe interino de atención espiritual en el CHUM y director del Centro de Investigación y Capacitación en Atención Espiritual. En 2015, Fernand se convierte en el CEO de la Fundación Jeanne-Mance y da una nueva vocación a esta fundación: el apoyo espiritual en cuidados paliativos y al final de la vida. Un servicio de apoyo gratuito es ofrecido por profesionales de la salud capacitados a la población de Quebec.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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