ECOS DEL EVANGELIO

Saber bien

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Par André Myre

ECOS DEL EVANGELIO

19 enero 2022

Foto por Vitolda Klein / Unsplash

Uno puede imaginarse a los autores de la Fuente Q como un grupo de sabios jubilados que pasan parte de su día en la plaza, observando la vida de la gente. En su documento, presentan el fruto de sus reflexiones. La siguiente afirmación es una parte importante del mismo, ya que expresa su concepción del ser humano y del sentido de la vida

 

Q 6,43 No existe un árbol sano que dé frutos malos,

           ni un árbol podrido que dé buenos frutos.

       44 Un árbol se conoce por sus frutos.

          ¿Recogeremos higos de un arbusto espinoso

          o uvas de los cardos?

      45 El ser humano bueno, desde su naturaleza buena [1], produce cosas buenas.

         El ser humano malo, desde su fondo malo, produce cosas malas.

         La boca sólo dice lo que fluye de nuestro interior.

 

En el v 45, el ser humano se presenta en tres líneas. Las dos primeras lo definen por el fondo (el “tesoro”): es la parte más rica de éste, su intimidad, la fuente de sus elecciones. Es en esta parte inaccesible donde se expresan todos los gestos de su vida. Y es precisamente la función de la palabra -la tercera línea- la que explica el sentido de lo que hace, la motivación que le impulsa. La vida se da para que el ser humano se manifieste con gestos y se diga con palabras.

El versículo considera claramente al ser humano en el momento de la madurez, cuando ha labrado el camino de su vida, y que la dirección se ha vuelto clara y, por así decirlo, irreversible. Por eso, la Fuente se permite separar a los seres humanos en “buenos” y “malos”, como diciendo lo esencial. Lo que es calificado de esta manera es el significado fundamental de las vidas tal y como han quedado registradas en la historia, con el efecto que han tenido en aquellos con los que han interactuado.

Esta división de los humanos en buenos y malos se basa en los dos versiculos anteriores sobre los árboles frutales y las zarzas. El criterio de juicio se aclara en el v 44a: Un árbol se conoce por sus frutos.

Para la Fuente, el propósito de la vida de un ser humano es saber bien y no hacer daño. El ser humano bueno es un alimento sabroso para los demás – “Tomen esto, soy yo” [2]- mientras que el ser humano malo los agrade. En siete palabras griegas, éste es el objetivo hacia el que debe dirigirse toda vida humana digna de ese nombre.

Y la calidad de un ser no tiene nada que ver con su posición en la pirámide social, la influencia, el rendimiento, la productividad, la fama, la suma de actividades religiosas o la riqueza; ésta reside esencialmente en su pertinencia social. ¿Esta persona un fruto sabroso y nutritivo para los demás, o una espina desagradable y amenazante? La respuesta a esta pregunta expresa lo que el ser humano es en esencia.

 

Evitar hacerse daño inútilmente

 

En el contexto de la Fuente, la palabra es una advertencia. Los seguidores de Jesús no deben ser ingenuos. Por todas partes, a su alrededor -y quizás incluso entre ellos- hay personas malvadas y peligrosas a las que deben detectar y contra las que deben protegerse. No deben dejarse engañar, y para ello es importante descifrar las acciones de las personas. Es fácil distinguir entre los encuentros nutritivos y los perjudiciales. Evidentemente, el objetivo no es jugar a ser Dios y dedicar el tiempo a clasificar a los buenos y a los malos, sino evitar ser herido innecesariamente.

Dicho esto, conviene echar un vistazo al pasado. Recordemos el siguiente texto que se encuentra unos versículos antes en el mismo documento:

 

Q 6,37 No juzgues,

           y no serás juzgado.

           ¿Tienes un criterio de juicio?

          Éste se utilizará en su contra.

 

La Fuente prohibía estrictamente juzgar a los demás. Sin embargo, en la palabra presentada aquí, manda lo contrario. Pero entonces, ¿juzgamos o no juzgamos? Para responder a esta pregunta, me gustaría referirme a un texto multimilenario del libro de los Proverbios, que sigue siendo relevante hoy en día [3]:

 

Pr 6,4 No respondas al necio en la lógica de su locura

          para que no te vuelvas como él

        5 Responde al tonto en la lógica de su locura

        para que no se crea un genio.

 

En dos versículos sucesivos, el sabio dice una cosa y su contrario para significar que todo es cuestión de discernimiento y que hay que adaptar nuestro comportamiento a las circunstancias. Hay momentos en los que discutir con una persona testaruda no conduce a nada, y otros en los que es necesario. Lo mismo ocurre con la evaluación de los seres humanos. Hay casos en los que sería un error juzgarlos, y hay casos en los que sería un error que no intentáramos detectar a las personas peligrosas en nuestro entorno, en nuestra iglesia o en nuestra sociedad.

Al reunir dos textos que tratan sobre el juicio que los seres humanos suelen hacer de los demás, la Fuente busca naturalmente provocar la autoevaluación de sus lectores. ¿Son buenos o malos, frutos o espinas? Nuestros seres queridos deberían poder decírnoslo, pero si no se atreven a hacerlo, es una mala señal.

 

Notas :

 

[1] En 45ab, en griego se habla del “tesoro” del ser humano, que se define en 45c como su “corazón”, es decir, su parte más íntima, de ahí la traducción por “el fondo”.

[2] Mc 14,22.

[3] La “locura” de la que habla el texto no designa una enfermedad psicológica, sino una forma viciada de juzgar una situación.

 

11e texto de la serie La Fuente de los dichos de Jesus.

 

ACERCA DE ANDRÉ MYRE

André es un reconocido biblista, autor de numerosos libros, profesor jubilado de la Universidad de Montreal y especialista de los Evangelios, particularmente el de Marcos. Durante varios años, ha dirigido numerosos talleres bíblicos.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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