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Revisa tu fe

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Par Marguerite Denhez-Zeitouni

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9 diciembre 2020

Foto tomada por Alexei Scutari / Unsplash

Aunque muchas personas ya no tienen una práctica religiosa, o muy poca, muchas afirman tener fe . Dicen “creer” en Dios. En el catecismo, la fe es creer en Dios y la fe del cristiano se expresa recitando el Credo. Para Jesús, es mucho más que eso.

 

En la parábola del paralítico, ante los esfuerzos de los cuatro amigos por traerlo a la casa, Jesús se asombra: “Viendo su fe”, decide curar al paralítico y se alegra de ver a este último, alegre, volver a casa caminando [Mc 2, 1-12]. De hecho, a menudo, después de haber sanado a alguien, Jesús le decía: “Tu fe te ha salvado”.

Esta fe, que aquí se cuestiona, no es la descrita anteriormente.

 

Creencia o confianza

 

En mi juventud tuve la suerte de estar entre los primeros laicos en la década de 1960 que estudiaron la Sagrada Escritura. Nuestro maestro, el padre Raymond Bourgault, s.j., nos explicaba que hay dos formas de concebir la fe: “la fe creencia” y “la fe confianza”.

“La fe creencia” mucha gente la tiene. A menudo podemos escuchar: “El mundo tal como es no puede ser el resultado de la casualidad, es una Inteligencia Superior que debe estar en el origen de todo”. No cuestionas a Dios, el Gran Arquitecto, el Gran Ingeniero, pero realmente no te preocupas por Él.

Por otro lado, “la fe confianza” es a menudo el resultado del “encuentro” con Él, es como un regalo inesperado (en términos religiosos esto se llamaría una “gracia”). Es también sentirse preocupado y desafiado por Él a vivir, tratando de seguir el camino que él sugiere, un camino que no siempre es fácil pero en el que uno se siente “acompañado” y apoyado por su amor.

Creo que fue esta última fe la que Jesús reconoció en el paralítico y sus cuatro amigos. Una fe que él mismo tiene en su Padre celestial, una “fe confianza” que lo acompañó hasta su último aliento cuando dijo :”Padre, pongo mi alma en tus manos”. Y es esta fe la que proclamamos cuando le pedimos pan a Nuestro Padre para “este” día, teniendo la seguridad de que mañana todavía estará allí para escucharnos y respondernos.

El poeta Charles Péguy (1873-1914) ilustró muy bien esta “fe confianza” en su poema El Pórtico del Misterio de la segunda virtud (1), como una niña pequeña que es dependiente y que confía completamente en su papá:

 

La fe que amo más, dice Dios, es la esperanza.
La fe no me sorprende.
No me resulta sorprendente.
Resplandezco tanto en mi creación.
La caridad, dice Dios, no me sorprende.
Esas pobres criaturas son tan desdichadas que a menos de tener un corazón de piedra,
cómo no iban a tener caridad unas con otras.
Pero la esperanza, dice Dios, sí que me sorprende.
A mí mismo.
La Fe es una esposa fiel, la Caridad es una Madre, la Esperanza es una niñita de nada.
Que vino al mundo el día de Navidad del año pasado.
Jugando, sujeta la mano de sus hermanas mayores.
La pequeña esperanza avanza, como dejándose llevar
Cuando en realidad, es ella la que conduce a las otras dos.

Charles Péguy

 

En el Evangelio, Jesús diría: “La fe que mueve montañas” [Mc 11,23].

 

(1) PÉGUY, Charles, El Pórtico del Misterio de la segunda virtud, Ediciones Encuentro, Madrid 1991.

 

ACERCA DE MARGUERITE DENHEZ-ZEITOUNI

Marguerite tiene dos pasiones: Dios y la música. Licenciada en ciencias religiosas, fue asesora educativa en educación religiosa en escuelas de la Commisión de escuelas católicas de Montreal (CECM). Tambien formó equipos de profesores y realizó animación pastoral. Actualmente, Marguerite imparte lecciones bíblicas para adultos y ofrece conciertos de canto en residencias para personas de la tercera edad.

 

Texto traducido al español por Sandra Ortega, en el marco del programa Forjando Líderes Comunitarios, de la Fundación CEILI, A.C. #SoyLíderFunCeili

 

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