MUJERES INSPIRADORAS

Priscila, otra colaboradora de Pablo

photo Lucie Lepine

Par Lucie Lépine

MUJERES INSPIRADORAS

28 diciembre 2022

Icono de Santa Priscila

Es en Corinto donde encontramos por primera vez a Priscila (Hechos 18:1-4, 20-22, 24-26; Romanos 16:3-5). Ella había llegado a Corinto con su marido Aquila; tuvo que abandonar Roma porque el emperador Claudio había ordenado la expulsión de todos los judíos de la ciudad.

 

«Saluden a Priscila y a Aquila, que han asumido su parte en mi obra[1] en Cristo Jesús. Doy gracias a aquellos que han expuesto sus cabezas por mí. Y no sólo yo, sino todas las asambleas entre las naciones.» (Romanos 16,3-5)

 

La llegada de la pareja a Corinto cambia la vida de Pablo, quien no tarda mucho en conocerlos y entablar una estrecha amistad. Los tres, Priscila, Aquila y Pablo, tienen el mismo oficio. Son fabricantes de tiendas. Durante sus jornadas de trabajo, descubrieron una pasión común por anunciar la Buena Nueva de la resurrección de Jesús.

Entonces, decidieron vivir juntos y Pablo se dedicó a instruir a sus amigos para que se convirtieran en colaboradores en la proclamación del Evangelio a los corintios. Priscila quedó impresionada por el compromiso de Pablo y decidió, junto con su marido, seguirle a Éfeso.

Con gran alegría, Pablo descubre en Éfeso una Iglesia bien establecida. Entonces, él decide no instalarse allí, con la esperanza de que Priscila y su marido puedan continuar la obra de evangelización. Su confianza no se vio defraudada. Priscila abrió su casa para acoger a la comunidad cristiana. Apoyada por su marido, tomó la iniciativa de encargarse de la formación teológica y bíblica de un erudito judío de Alejandría: Apolos. Lo hizo con tacto y paciencia. Tiene tanto éxito que Apolos desempeñará más tarde un papel importante en Corinto.

Al cabo de un tiempo, Priscila considera que su misión ha concluido en Éfeso: la comunidad local ha tomado las riendas. Ella y su marido pueden irse. Decidieron regresar a Roma tras la muerte del emperador Claudio. También allí, Priscila abre su casa a los cristianos de aquella ciudad. Precisamente al final de su carta a la comunidad, Pablo celebra con gratitud los méritos de Priscila y Aquila.

 

Reflexiones

 

Priscila es una mujer fuerte, con valor para afrontar grandes retos: mudanzas, viajes largos y difíciles, integración en entornos nuevos y culturalmente diversos. Es una mujer que respeta la personalidad de su marido, lo que no le impide afirmar y desarrollar la suya propia. Es capaz de conciliar sus diferentes dones para que juntos puedan implicarse en la animación de las iglesias locales.

Fue una mujer de negocios que supo conciliar la riqueza con el espíritu evangélico (es una lástima que no se hayan conservado las cartas que seguramente escribió a Pablo…). Es una mujer de gran prestigio quien, aun teniendo mucha autoridad, tiene tacto, imaginación e iniciativa para formar a los ministros de la Palabra.

Al animar a las comunidades por donde pasaba, contribuyó notablemente a la expansión de la Iglesia. Más tarde, el título de cooperador también se le dio a Timoteo, una señal de la importancia de la participación de Priscila en la labor fundacional de la Iglesia primitiva.

Salvo en 1 Cor 16,19, Priscila es nombrada antes que su marido, lo que nos obliga a reconocer la importancia de sus funciones en el cristianismo primitivo. También hay que señalar que Priscila nunca es presentada como la esposa de Aquila. Ella está personalmente asociada como él al servicio del Evangelio. Priscila y Aquila no son excepciones. En Romanos 16:15, por ejemplo, Pablo nombra a otras personalidades, hombres y mujeres, cuyas aportaciones él valora.

La opción personal de Pablo por el celibato, así como la adopción de esta postura por parte de los intérpretes eclesiásticos a lo largo de los siglos, por no hablar de la extrema valorización del sacerdocio, no han permitido, desgraciadamente, hacer justicia al trabajo de los numerosos artesanos del pasado al servicio de la Iglesia naciente. Es justo sacarlos del olvido.

Es notable que Priscila y Aquila no sean de los que se aferran a un lugar, en detrimento de la misión, imaginando que sería una catástrofe si ya no estuvieran allí. Ellos saben que deben marcharse en cuanto la comunidad esté dispuesta a hacerse cargo.

La teóloga estadounidense Elisabeth Schüssler Fiorenza insiste en que no disponemos de información que nos lleve a creer que la labor misionera de las mujeres fuera una labor particular, limitada a las mujeres y para las mujeres, como sugieren los exégetas de la época patrística[2].

Cuanto más nos alejamos de los orígenes, más se desvanece el papel de la mujer. He conocido mujeres que eran sacristanas, mujeres que servían a los sacerdotes, mujeres que eran responsables de hermosas celebraciones pero nunca se las veía en el coro, mujeres que tenían una formación universitaria en estudios bíblicos o teología pero a las que no se les permitía dar homilías, y mucho menos ser ministras de “misas”.

Nos apresuramos a llamar a estas ceremonias “celebraciones de la Palabra” cuando son las mujeres las que las dirigen. He conocido a muchas mujeres heridas por sus experiencias en el ministerio parroquial o diocesano. He conocido a mujeres admirables, dedicadas y competentes. El poder las mantiene alejadas.

Cómo me gustaría vivir para ver a una Priscila y a un Aquila levantarse y, con autoridad, enderezar la Iglesia de Jesucristo.

 

Notas :

 

[1] Pablo les llama “colaboradores, cooperadores”.

[2] Por ejemplo: “…llevaban consigo a sus esposas, no como mujeres con las que estaban unidos en matrimonio, sino como hermanas, para que fueran sus colegas en el trato con otras mujeres.  Fue a través de ellas que la enseñanza del Señor pudo penetrar en los aposentos de las mujeres sin causar escándalo” (Clément d’Alexandrie, Stromates 3,6,53,3 ss, citado por E. Schüssler Fiorenza, En memora de ella, Paris, Cerf, 1986).

 

ACERCA DE LUCIE LÉPINE

Luego de una carrrera en educación primaria y secundaria, Lucie trabajó con grupos comunitarios como el Centro Familiar Hochelaga y asociaciones cristianas como el Centro de pastoral en medio obrero, la Conferencia religiosa canadiense y la Fundacion de la juventud obrera, entre otros. Lucie ha cursado el programa en Estudios bíblicos en la Universidad de Montreal y ama la vitalidad cultural de Montreal.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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