MUJERES INSPIRADORAS

Pablo y la sumisión de las mujeres

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Par Lucie Lépine

MUJERES INSPIRADORAS

26 abril 2023

Foto por freestocks / Unsplash

Para empeorar las cosas con respecto a las mujeres, Pablo, después de decir a las mujeres que guarden silencio y lleven el velo en las asambleas, les pide ahora que sean sumisas a sus maridos (Ef, 5,18-33). Este mensaje no encaja bien con nuestras luchas feministas. ¿Podemos seguir defendiendo a “Pablo”[1] ?

 

18 No se embriaguen con vino como los libertinos, sino llénense del Aliento; 19 dirigiéndose unos a otros salmos, himnos y cánticos inspirados, cantando y alabando al Señor de todo corazón, 20 dando siempre gracias por todo al Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

 

21 Sométanse unos a otros en el temor de Cristo. 22 Las casadas a sus maridos, como al Señor, 23 porque el hombre es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia, Salvador del cuerpo, 24 y así como la Iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas a sus maridos en todo.

 

25 Sí, maridos, amen a sus esposas, así como Cristo amó también a la congregación y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla purificándola por inmersión en una palabra, 27 a fin de presentársela resplandeciente, una congregación sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa e intachable, 28 así también los hombres están obligados a amar a sus propias esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su propia mujer se ama a sí mismo. 29 Nadie ha odiado jamás su propia carne, a la que alimenta y cuida para sí mismo, lo mismo a Cristo con la Asamblea 30 porque somos miembros de su cuerpo. 31 Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. 32 Gran misterio, digo, acerca de Cristo y de la asamblea.

 

33 ¡Cada uno ame a su mujer como a sí mismo, y la mujer tema al marido![2]

 

Como con los textos citados en mis últimos artículos, siempre es importante situarse en el contexto histórico de la segunda mitad del siglo I de nuestra era. Este pasaje sobre la sumisión de la mujer al marido hay que situarlo en una época en la que los pensadores antiguos insistían en el establecimiento de un orden necesario tanto en la familia como en la ciudad e incluso en el cosmos. Este respeto del orden era esencial, según ellos, para crear la armonía en el mundo.

También se habrá observado en Efesios 6 y Col 3 que los hijos deben obedecer a sus padres, los esclavos a sus amos, y el “Esposas, sean sumisas…” debe relacionarse con el v 21 del mismo pasaje, donde las personas deben ser sumisas entre sí. Hablar de sumisión hoy nos hace estremecer, pero nuestro autor está tratando con las ideas preconcebidas sobre la relación entre maridos y esposas. “Probablemente era necesario reaccionar contra las dificultades familiares que ponían en peligro la paz de la familia y el buen entendimiento de la comunidad. De ahí la recomendación urgente de que la esposa respete a su marido.”[3]

Pero, como si el autor quisiera suavizar este orden, pide a cambio a los maridos que amen a sus esposas, a los padres que no enfaden a sus hijos y a los amos que no amenacen a sus esclavos. Se trata menos de un contexto de superioridad-inferioridad que, de reciprocidad, pero siempre en papeles diferentes. En cuanto a la relación hombre-mujer, Annie Jaubert considera que el autor aporta un “nuevo orden”, ya que es ante todo en un contexto de comprensión comunitaria y respeto mutuo (v 19) en el que invita a la asamblea.

E insiste en que los hombres deben amar a sus esposas como Cristo, que lo dio todo por su comunidad. A mi entender, el marido no debe hacer sentir ninguna dominación; debe actuar como un servidor, y la mujer no puede sustraerse al respeto de su marido. Si se tiene en cuenta que estamos en el siglo I d.C., considero que el autor da un gran paso en favor de su comunidad. Lo veo como un hombre de su tiempo, dividido entre su pensamiento vanguardista y las costumbres de su comunidad. Tiene que elegir sus concesiones.

 

Reflexiones

 

La sociedad de la carta a los Efesios es evidentemente jerárquica y patriarcal. Y es importante recordar el principio de leer un texto antiguo dentro de su contexto literario y social. Si el celebrante dice a los novios en la ceremonia de la boda: “Mujer, sométete a tu marido, como exige la Escritura”, sin dar a esta palabra una luz adecuada situándola en su contexto social e histórico, es evidente que no ayuda a nadie.

Al contrario, perjudica a los Antiguos, a los que hace parecer insignificantes, a la pareja a la que arremete con un texto que no les dice nada desde el punto de vista cultural, y a sí mismo, cuya incompetencia pone de manifiesto.  Si el Dios vivo eligió extender su Revelación a lo largo de mil años, fue para poder dirigirse a cada generación de manera significativa, y no para provocar atajos culturales perjudiciales.  Imitar la inteligencia de Dios forma parte de la necesaria “sumisión” a la Escritura.

Espero que ya no se oiga la frase: “detrás de todo gran hombre hay una mujer”. Si aún la oímos, sustituyámosla al menos por “junto a”.

Si “Pablo” consiguiera que su comunidad recorriera un camino en el contexto social de su época, dentro de un sistema jerárquico y patriarcal, ¿qué diría hoy? Sin duda se escandalizaría al vernos prisioneros de una Iglesia que ha congelado la vida durante siglos, negándose a escuchar la revelación permanente del Dios de la Historia.[4]

 

Notas :

 

[1] Entrecomillo a Pablo porque la carta a los Efesios fue escrita, dos o tres décadas después de su muerte, por un escriba que formaba parte de su escuela de pensamiento.

[2] Leer también: Éfesios 6,1-9; Col 3,18-4,1, donde hay otras personas que deben obedecer.

[3] Annie Jaubert, Les femmes dans l’Écriture, p. 44.

[4] En mi próximo texto, les presentaré a un Pablo que fue más grande que todas las reglas sociales de su tiempo.

 

ACERCA DE LUCIE LÉPINE

Luego de una carrrera en educación primaria y secundaria, Lucie trabajó con grupos comunitarios como el Centro Familiar Hochelaga y asociaciones cristianas como el Centro de pastoral en medio obrero, la Conferencia religiosa canadiense y la Fundacion de la juventud obrera, entre otros. Lucie ha cursado el programa en Estudios bíblicos en la Universidad de Montreal y ama la vitalidad cultural de Montreal.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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