MUJERES INSPIRADORAS

Otra visión de las comunidades religiosas

photo Lucie Lepine

Par Lucie Lépine

MUJERES INSPIRADORAS

28 octubre 2020

Foto tomada por: Ricardo Gomez Angel / Unsplash

En los últimos años, cada vez que los medios de comunicación hablan de las comunidades religiosas, es para señalar un comportamiento inadecuado, que ha herido profundamente a la comunidad. De ninguna manera cuestiono los testimonios reportados. Al contrario, admiro la valentía de quienes se atreven a hablar y siempre estaré del lado de las víctimas. Solamente quisiera decir gracias a muchas de las personas que me ayudaron en la vida.

 

Durante mi juventud, viví tres años en un internado que pertenecía a las Hermanas de los Santos Corazones de Jesús y de María, una comunidad presente en los pequeños pueblos de Lanaudière, una región del noroeste de Quebec. Ahí conocí a mujeres inteligentes y humanas. Fui parte de esta comunidad durante veinte años.

 

Siempre recordaré mi primera Navidad. Después de una hermosa misa de Nochebuena, tuvimos que entrar a nuestras celdas en silencio, sin fiesta, sin intercambiar regalos… Las novicias estábamos tristes al pensar en nuestras familias que celebraban. Éramos jóvenes, teníamos veinte años… Cuando la encargada de novicias se dio cuenta de nuestra melancolía, rompió su voto de silencio, nos consoló y se tomó el tiempo para charlar con nosotras. ¡Qué humanidad!

Lucie Lépine

 

Durante las visitas a las comunidades locales siempre experimentÉ momentos de hermandad, como en los encuentros dominicales cuando cantábamos alrededor del piano. Ahí aprendí todas las canciones de Leclerc, Vigneault, Léveillée, Renée Claude… Yo, que no soy particularmente afinada, participaba en un coro donde aprendimos cantos gregorianos para la misa dominical.

 

Favorecer el desarrollo de los talentos

 

La vida comunitaria no fue siempre fácil, pero el sentido del humor siempre ayudaba y vivíamos en armonía, siendo respetuosas entre nosotroas. Mientras viví con las Hermanas hice un descubrimiento que me marcó. En casa de mis padres lamentablemente nunca hubieron reconocimientos ni cumplidos, era normal que hicieramos lo correcto. Cuando eramos los primeros de la clase, era normal. Cuando las cosas no resultaban era porque habíamos sido negligentes.

Fue en la comunidad donde, para mi asombro, descubrí que era inteligente. Las hermanas apreciaban mi ingenio y mis ocurrencias, siempre me sentí apreciada y siempre fomentaron el desarrollo de los talentos de cada una.

Estudié en el Colegio de Joliette en Bellas Artes, Retorica y Filosofía, dirigido por los Clérigos de Saint-Viateur, con profesores muy competentes. Este lugar ha sido un importante centro cultural en todos los ámbitos. Pienso en el padre Lindsay, quien fundó el Festival de Lanaudière y su anfiteatro. Nunca he dejado de admirar su paciencia y su fe en la capacidad de aprender de la gente; siempre perseveró a pesar de la falta de asistencia a las primeras veladas musicales. Pienso en el padre Boucher, quien creó el Museo de Joliette; el padre Brunelle, quien enseñó a tocar el violín a varios jóvenes, entre ellos Angèle Dubeau, al padre Majeu, artista y autor de varios libros… Sin ellos, ¿cuál habría sido el nivel de cultura en mi tierra?

 

Apoyo en las dificultades

 

Tuve la suerte de conocer a las Hermanas de la Providencia, quienes dirigían el Hospital Saint-Eusèbe en Joliette. También conocí a las Hermanas de la Misericordia, quienes dedicaron su vida a acompañar a las madres jóvenes; ellas acogían en sus centros a las mujeres que habían sido rechazadas por sus familias. Conozco a algunas que acompañaron a madres muy jóvenes el día en que sufrieron un aborto, porque no habían padres ni novio para hacerlo.

Dejé mi comunidad desde hace algunas décadas, pero siempre he mantenido el contacto con muchos de sus miembros y siempre es un placer volvernos a encontrar. Me asombra el respeto que muestran al cuidar a sus personas mayores. Éste podría ser un buen modelo a adoptar en nuestros CHSLD (asilos públicos).

Recientemente, fui a visitar a una de mis antiguas maestras. Ella tenía 103 años y le acababan de cortar el cabello. Se veía hermosa, limpia y alegre. Sin duda sentí que los empleados estaban felices de trabajar allí y eso se reflejaba en el ambiente.

 

Compromiso con el progreso social

 

Cuando trabajé en Centro Familiar Hochelaga, recibíamos el apoyo financiero de las congregaciones religiosas, a las cuales podía pedir asesoramiento de gestión. Muchas de ellas eran realmente activas en la vida de la comunidad y siempre estuvieron presentes para ayudar a la creación de asociaciones y para apoyar a otros colectivos sociales. Participaban en actividades de animación, en juntas directivas, en manifestaciones o protestas organizadas por la grupos populares. Allí estaban siempre, y su apoyo fue fundamental para la existencia y supervivencia de estos grupos.

En la Juventud Obrera Católica (JOC), donde también trabajé, conocí a muchos sacerdotes y hermanas que, incluso a una edad muy avanzada, dedicaban su tiempo al acompañamiento de jóvenes trabajadores (de 18 a 30 años).

También laboré en la Conferencia Religiosa Canadiense, Sección Quebec (CRCQ), en el Comité de donaciones prioritarias. He visto cómo las comunidades pasaron de apoyar a grupos de servicio a apoyar a grupos de apoyo en educación popular y luchas de protesta (incluso aquellas calificadas de marxistas …). Algunas comunidades se reunían cuatro veces al año para escuchar las necesidades de los grupos y establecer prioridades con respecto a sus donaciones. Éstas participaron activamente en la gran marcha mundial de las mujeres (incluyendo a la hermana Christiane Sibillotte, de 80 años, una de las religiosas más comprometidas con la lucha social en Quebec) para protestar contra las condiciones de pobreza de las mujeres. Su presencia en la marcha y el apoyo económico en forma de alojamiento y transporte permitió que muchos caminantes llegaran hasta la ciudad de Quebec.

A veces me pregunto si soy la única de mi generación que ha presenciado la otra cara de la moneda. Creo que las comunidades religiosas son parte de una sociedad donde existe lo bueno y lo malo. Así como existe una Iglesia que tiene todos los poderes, también existe una Iglesia al servicio de la comunidad.

 

À PROPOS DE LUCIE LÉPINE

Luego de una carrrera en educación primaria y secundaria, Lucie trabajó con grupos comunitarios como el Centro Familiar Hochelaga y asociaciones cristianas como el Centro de pastoral en medio obrero, la Conferencia religiosa canadiense y la Fundacion de la juventud obrera, entre otros. Lucie ha cursado el programa en Estudios bíblicos en la Universidad de Montreal y ama la vitalidad cultural de Montreal.

 

Texto traducido al español por Sandra Ortega, en el marco del programa Forjando Líderes Comunitarios, de la Fundación CEILI, A.C. #SoyLíderFunCeili

 

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