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Para dar a los lectores una idea del plan de Dios, la Fuente disponía de dos relatos gráficos (Q 13,18-21). Conviene comentarlos juntos, ya que establecen un paralelismo entre la obra de un hombre y la de una mujer.
Q 13,18 ¿Cómo es el régimen de Dios? ¿Con qué puedo compararlo? 19 Es como un grano de mostaza.
Un hombre lo coge y lo echa a su jardín. Crece hasta convertirse en un arbusto y los pájaros del cielo anidan en sus ramas.
20 ¿Con qué otra cosa puedo comparar el régimen de Dios? 21 Es como la levadura.
Una mujer toma un poco, lo mezcla con unas docenas de litros[1] de harina y todo sube.
1. La tradición evangélica no contiene ninguna definición del régimen de Dios, y quizá Jesús nunca la dio. Pero podemos hacernos una idea a partir del Salmo 146, que merece ser más conocido:
1 Alabado sea Yah.
Anda, alma mía, alaba a Yhwh
2 Quiero que mi vida sea una alabanza a Yhwh
Haciendo música para mi Dios hasta el final
3 No pongan su confianza en los príncipes
Ni en humanos incapaces de liberarles
4 su aliento les abandona, vuelven a la tierra
ese día, desaparecidos, sus hermosos planes
5 Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob
Cuya esperanza está en Yhwh su Dios
6 creador de los cielos y la tierra
Del mar, y todo lo que en ellos hay
él es siempre fiel
7 Él da justicia a los oprimidos
da pan a los hambrientos
Yhwh libera a los prisioneros
8 Yhwh abre los ojos de los ciegos
Yhwh endereza a los encorvados
Yhwh ama a los justos
9 Yhwh protege a los extranjeros
al huérfano y a la viuda, los alivia
del camino de los criminales, los aparta
10 Reinará, Yhwh, por siempre
tu Dios, Sión, de generación en generación
Alabado sea Yah
Los sacerdotes, que utilizaban esta alabanza en el Templo, le dieron un marco litúrgico (vv 1-2 y 10bc). El salmo propiamente dicho, en el centro, consta de tres partes seguidas de una línea que resume su contenido y podría servir incluso de título. En primer lugar, no debemos fiarnos de nuestros dirigentes, incapaces de llevar a buen término sus bellos planes (vv 3-4). En cambio, el ser humano que pone su confianza en Yhwh está bien inspirado, porque el Poder está ahí, y este Dios es fiel para llevar a buen término sus proyectos (vv 5-6). Su programa es claro: justicia para los oprimidos y castigo para los criminales (vv 7-9). Y llegará su reinado (vv 10a). Es imposible leer este salmo sin pensar en el resumen de la actividad de Jesús que ya hemos visto en esta serie de comentarios:
Q 7,22 Los ciegos ven
los cojos caminan derecho
los leprosos son purificados
los sordos escuchan
y los muertos se levantan.
Buenas noticias para los pobres.
23 Bienaventurado sea al que no se desmoraliza por mi culpa.
Todo esto nos ayuda a comprender que, según los evangelios, Jesús y sus seguidores esperaban un cambio de régimen en Israel, que implicaría una nueva forma de ejercer el poder. Se acabaría el dominio de Judea y del Imperio sobre Galilea; habría una confederación de Estados, con soberanos surgidos de la base (Q 22,30), una nueva constitución acorde con el pensamiento del Padre, fronteras protegidas y una sociedad vigilada por el ejército divino (72 mil ángeles, según Mt 26,53), y un poder judicial centrado en el ejercicio de la justicia (el Humano). El nuevo régimen será dirigido por los humildes, según los intereses de los humildes. La ciudadanía será voluntaria (los ricos, que aborrecen compartir, obviamente no querrán entrar) y, en las fronteras, el Humano comprobará la identidad de todo el que se presente (Q 13,25-26). Una esperanza concreta.
2. Dicho esto, recordemos las principales características del régimen de Dios, tal como se presentan en los dos relatos gráficos del principio:
. se le compara con un (pequeño) grano de mostaza o una (pequeña) cantidad de hongo (levadura)
. utilizadas por un hombre o una mujer en su trabajo
. que producen un efecto desproporcionado (gran arbusto, gran cantidad de pan).
Estarán de acuerdo en que esta información tiene poco que ver con la naturaleza del régimen de Dios tal como se ha presentado anteriormente. El objetivo del escriba que las formuló no es describir este último, sino alentar a quienes se comprometen a proclamarlo, por una parte, y a oponerse al régimen actual, por otra, a proseguir su acción a pesar de la pequeñez de ésta y de los obstáculos que encuentren. El régimen de Dios no existiría si no fuera por sus acciones, y será grandioso a pesar de la aparente insignificancia de sus gestos.
No cabe duda de que hay algo de Jesús en estas dos pequeñas historias: un hombre que había perdido a su maestro, decapitado por un servidor del Imperio; un hombre al que le costaba motivar a sus seguidores, por no hablar de convencer a la gente; un hombre que de vez en cuando tenía que explorar el sentido de sus actos. La grandeza de la expresión «régimen de Dios» le ayudó a intuir el valor de su humilde vida. Esto también se aplicaba a sus partidarios, que habían tomado su lugar.
Nota:
[1] Entre 10 y 40.
ACERCA DE ANDRÉ MYRE
André es un reconocido biblista, autor de numerosos libros, profesor jubilado de la Universidad de Montreal y especialista de los Evangelios, particularmente el de Marcos. Durante varios años, ha dirigido numerosos talleres bíblicos.
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