ECOS DEL EVANGELIO

No entra cualquiera

Photo André Myre

Par André Myre

ECOS DEL EVANGELIO

16 octubre 2024

Foto por Max Titov / Unsplash

La perícopa que sigue (Q 13,24-27) es una de las más inquietantes de toda la Fuente. Originalmente, pudo haber estado dirigida a los opositores o a los indiferentes. Pero los redactores del documento quisieron dirigirla a los partidarios de Jesús, como una severa advertencia:

 

Q 13,24 Entren por la puerta estrecha. Muchos intentarán entrar, pero pocos lo conseguirán. 25 El dueño de la casa se levantará entonces para cerrar la puerta. Quedándose fuera, empezarán a tocar la puerta:

¡Señor, ábrenos!

– No les conozco.

26 Pero comimos y bebimos contigo. Hablabas

de nuestros lugares…

27 No les conozco. Aléjense de mí, ustedes

no están haciendo nada bueno.

 

Delante de la casa hay una multitud. Todas estas personas son partidarias de Jesús, tanto las de Galilea, que lo ven como el ser humano encargado de verificar la densidad humana de los que comparecerán ante él el último día de la historia, como las de Judea y otros lugares, que lo proclaman “señor’ (v 25c). La casa representa el régimen de Dios[1], y su estrecha entrada es un cuello de botella. El dueño deja pasar a unos pocos y luego, resistiendo el empuje de los demás, consigue cerrar la puerta. Escándalo en la hermandad de la Iglesia. Se oyen golpes en la puerta:

 

Tenemos derecho a entrar.

Conocemos la contraseña de la fe: “señor”.

Hemos celebrado muchas veces la eucaristía.

Hemos escuchado fielmente la Palabra.

Por tanto, pertenecemos a la casa.

 

Pero dos veces el veredicto cae con fuerza: “No les conozco». No pueden vivir aquí porque no han hecho nada bueno en la vida.

O todo es palabra de evangelio, o no lo es. Si es la palabra del evangelio, significa que estar bien situado en la jerarquía de la Iglesia, creer en el credo correcto, ir a misa a menudo, escuchar fielmente las homilías, en resumen, “practicar su religión”, son todas cosas buenas, pero no son un paso seguro a través de la puerta estrecha del sistema de Dios. Para saber qué hacer para entrar, tenemos que volver a leer la Fuente desde el principio de las palabras de Jesús:

 

“Amados, los pobres” (6,20)

“Sean bondadosos con sus enemigos” (6,27)

“Da a quien te pida” (6,30)

“¿Por qué me gritan ‘¡Señor! Señor!’ en vez de hacer lo que yo digo” (6,46), etc.

 

Por lo tanto, el amo de la casa querrá saber a qué pobres has cuidado, así como el número y la identidad de los enemigos que te has ganado mientras permanecías apegado a ellos. Según la Fuente, esto es lo que se llama “haber hecho algo bueno” en la vida. Y esto hay que entenderlo de arriba a abajo. No se trata de amontonar obras como si pudieras arrastrar una montaña detrás de ti. Una de las características de la vida humana es que nuestras acciones nos hacen. Nos convertimos en lo que hacemos. Si no has hecho nada bueno, no eres bueno.

Por eso la Fuente, desde las primeras palabras de Jesús, nos llama a amar a nuestros enemigos para “llegar a ser hijos del Padre” (6:35), o para “llegar a ser tan tiernos como el Padre” (6:36). La única manera de pasar por la puerta estrecha del sistema de Dios es que nos hayamos convertido en buenos a fuerza de haber hecho el bien en relación con el sistema en el que hemos vivido. En cualquier caso, eso es lo que cree el evangelio, para gran escándalo de muchos.

 

Nota:

 

[1] Para ayudar a los lectores a comprender lo que representa la casa, la Fuente ha enmarcado la perícopa con otras que hablan del régimen de Dios (Q 13:18-21, 28-30).

 

ACERCA DE ANDRÉ MYRE

André es un reconocido biblista, autor de numerosos libros, profesor jubilado de la Universidad de Montreal y especialista de los Evangelios, particularmente el de Marcos. Durante varios años, ha dirigido numerosos talleres bíblicos.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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