La obispa Mariann Edgar Budde, durante la misa celebrada tras la
toma de posesión de Donald Trump como nuevo presidente
de los Estados Unidos. Captura de pantalla modificada.
Aunque, en la Fuente, las dos parábolas que siguen están ligeramente distantes entre sí, las he puesto juntas (Q 14,34-35; 17,1-2) en este comentario porque tratan del mismo tema, la desmovilización -o “escándalo”-, la piedrecita que nos hace tropezar en el camino de la vida.
La primera contempla la situación desde el punto de vista de los seres humanos que abandonan, mientras que la segunda lo hace desde el punto de vista de los responsables. Dentro de cada perícopa, la primera línea es una afirmación de la que la segunda extrae la consecuencia.
1. El tema de la desmovilización está implícito en la primera parábola.
Q 14,34 La sal es algo bueno, pero ¿qué se usa para sazonar la sal que se ha vuelto insípida?
35 Como no es buena para el suelo ni como abono, se tira.
La sal -que se ha vuelto insípida[1]– representa todos los objetos que existen para cumplir una función y que, por una razón u otra, ya no la cumplen y no tienen arreglo. Sólo hay una cosa que hacer al respecto: deshacerse de ellos.
Es evidente que la palabra se dirige a los seguidores de Jesús, a los que dicen creer en él. Y lo que llama la atención de la redacción es que, de un modo muy semítico, los creyentes se definen por su función. La advertencia es severa. La función de la fe es, siguiendo el ejemplo de Jesús, dar sabor a la vida de aquellos a quienes la vida nos ha enviado. Si el creyente no desempeña su función, es descartado – posiblemente mediante el mecanismo de la exclusión de la comunidad, ciertamente con referencia al futuro juicio del Ser Humano.
A los ojos de la Fuente, la Iglesia (o la comunidad) no es un club de salvados que se reúnen para agradecer al Cielo sus bondades, sino un actor activo en la historia para contrarrestar la desesperación. Si ésta no desempeña su papel, ya no tiene razón de ser, aunque pretenda existir hasta el fin de los tiempos. La severidad de la parábola es un signo de la gravedad del problema. Así que no es descabellado preguntarse, al leer el texto y tras un adecuado discernimiento, si el lamentable estado de nuestra Iglesia no es un signo de que la Humanidad ha decidido «tirarla» y sustituirla por algo más apetecible. Si el Ser Humano es realmente quien fue Jesús de Nazaret, no hay nada que lo ponga a prueba.
2. Es evidente que la segunda perícopa no es benévola con los responsables de la desmovilización. La Fuente reconoce en primer lugar que la desmovilización es inevitable. Contrarrestar la locura del sistema no es fácil, y las presiones que éste ejerce son enormes. Dicho esto, hay que añadir que esta presión se ejerce a dos niveles: por un lado, a los partidarios de Jesús, y por otro, a la “gente pequeña” con la que intervienen:
17,1 La desmovilización es inevitable, pero ¡ay de quienes la provoquen!
2 Más le valdría que le colgaran una piedra de molino al cuello y lo arrojaran al mar que haber desmovilizado a uno solo de esos pequeños.
Estas palabras también son extremadamente duras, porque hay que sacudir a los creyentes de su letargo. Existen como medida de emergencia -una emergencia desgraciadamente permanente- para contrarrestar la presión ejercida por el sistema sobre la gente común. Así que tienen que convencerse de que existe un Poder aún más fuerte que estos desmovilizadores patentadas. Y que un día, todos aquellos que se han hecho inalcanzables dentro del sistema que han montado a su favor serán arrojados al “mar” en cuyo fondo se unirán a los monstruos del Caos primitivo a los que se han parecido en la historia.
Permítanme concluir señalando que vivimos en una época en la que el arte de la desmovilización se practica a un nivel extremadamente sofisticado y peligroso. Estados Unidos, Rusia, China e Israel son expertos en este arte. También lo son las grandes empresas de redes sociales. Al igual que las empresas que se niegan a sindicar a sus trabajadores, que les imponen horarios de trabajo inhumanos, que les obligan a estar pegados a sus teléfonos móviles día y noche, que les tienen constantemente grabados o con micrófonos ocultos… La desmovilización empieza en la cúspide y se va introduciendo por todas partes, incluso en las familias y las escuelas.
Mientras escribo esta columna, tengo dos imágenes en mente. Durante la pasada toma de posesión del presidente de Estados Unidos, hubo espacio para que los líderes religiosos hablaran desde el frente. El domingo siguiente, durante un servicio religioso al que asistió el nuevo presidente, una obispa le instó a mostrar compasión por los inmigrantes; posteriormente ésta fue vilipendiada por el feligrés en cuestión y luego, en las redes sociales, recibió amenazas de muerte. Intimidar para desmovilizar.
Nota:
[1] No está claro qué experiencia subyace a la afirmación, ya que la sal no puede perder su sabor.
ACERCA DE ANDRÉ MYRE
André es un reconocido biblista, autor de numerosos libros, profesor jubilado de la Universidad de Montreal y especialista de los Evangelios, particularmente el de Marcos. Durante varios años, ha dirigido numerosos talleres bíblicos.
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