Detalle del cuadro de Rembrandt, El apóstol Pablo, 1657, óleo sobre lienzo, National Gallery of Art, Londres

Después de conocer a tantas mujeres apreciadas y respetadas por Pablo, ¿cómo reconocerlo en este texto tan discordante con su forma de actuar?

Que las mujeres guarden silencio en las asambleas. No, no deben hablar, sino permanecer sumisas como dice la Ley. Y si están dispuestas a ser instruidas en algo, que interroguen a sus propios maridos en casa, pues una mujer debe avergonzarse de hablar en una asamblea. (1 Cor 14:34-35)

1. En primer lugar, este silenciamiento de las mujeres en las asambleas contradice lo que se dice en 1 Corintios 11:5:

Toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta deshonra su propia cabeza…

Este versículo expresa claramente el hecho de que las mujeres pueden orar y profetizar en las asambleas. Por otra parte, este silenciamiento de las mujeres también contradice el versículo 31 del mismo capítulo:

Sí, ustedes pueden profetizar, uno por uno, para instruir a todos y animar a todos (1 Co 14,31).

Me parece que el término “todos” incluye a las mujeres y es difícil pensar que Pablo imponga silencio a las mujeres cuando las anima a profetizar. Sobre esto, el exégeta Michel Gourgues se expresa de la siguiente manera:

No hay nada en los versículos 34-35 que sugiera una opinión del propio Pablo. Así, por ejemplo, no se dice: no se lo permito, sino que no se les permite hablar.

Concluye su artículo afirmando que la llamada al silencio de las mujeres es más un reflejo de la mentalidad de la época de los corintios que del propio Pablo. [1]

2. Además, cada vez más exégetas piensan que los versículos 34 y 35 son una inserción posterior, de la época de las Pastorales que no se atribuyen a Pablo (1 Tim 2,11-15; 2 Tim 3,6; Tit 2,3-5). Dado que el tema era apropiado, un escriba habría insertado estos versículos bajo la influencia de las Pastorales. Hay que tener en cuenta que la instrucción de moderación impuesta a varias categorías de oradores en las asambleas de oración podría incluir fácilmente a las mujeres. Nótese también que este pasaje se leería muy bien desde el versículo 33 hasta el 36, y tendría sentido.

Un escriba anónimo, inspirado por la enseñanza de las Pastorales, habría querido recordar aquí ciertas instrucciones relativas a las mujeres en la asamblea cristiana. Se considera, pues, que este texto espinoso debe ser eliminado de la discusión cristiana.[2]

3. Les aconsejo que lean todo el capítulo 14 de la primera carta a los Corintios, y que cuenten el número de personas a las que Pablo manda callar. Todo el pasaje muestra que las asambleas eran ruidosas y desordenadas. Así, Pablo se erige en maestro de disciplina, que además no tiene mucha afinidad con el “hablar en lenguas”. Llamo su atención sobre los siguientes hechos:

. Pablo prefiere la profecía al hablar en lenguas, lo cual debe ser comprensible y útil para la enseñanza.

. Pablo pide a la gente que hable con palabras claras, de lo contrario es mejor guardar silencio.

. También exige que se hable por turnos. Que todo se haga con decencia y orden.

Reflexiones

Por lo expuesto anteriormente, se puede concluir que la prohibición de hablar a las mujeres estaría relacionada con el “hablar en lenguas”, respecto a lo cual Pablo tenía grandes reticencias, tanto por parte de las mujeres como de los hombres. Era una época de crisis, en la que en las asambleas se producían excesos que rayaban en la histeria, como en algunos cultos extáticos. Pablo advierte a los suyos de que construir comunidad es más importante que exhibir sus dones.

El texto en cuestión se sitúa en el plano de la organización material de las asambleas, ya que Pablo intenta poner orden, y no en el de los grandes principios de la vida en sociedad.

Es interesante que las mujeres puedan instruirse. Pero que tengan que hacer preguntas a sus maridos en casa es una limitación de la cultura del tiempo.

Debemos recordar siempre el contexto de aquellos tiempos antiguos. Por supuesto, Pablo no puede definirse como un ardiente feminista, pero no se le hace justicia al basar su reputación en la prohibición de que las mujeres hablen en las asambleas, pasando por alto el conjunto de su comportamiento, que atestigua su admiración y ternura por las mujeres con las que entró en contacto.

Hoy en día, en un contexto en el que cada vez se intenta en mayor medida definir a las personas como personas y no según su sexo, es inaceptable que nuestra sociedad, por no hablar de nuestras iglesias, siga sin reconocer por igual a mujeres y hombres, ya sea en términos de salarios, funciones, responsabilidades, poder… Por eso, tal vez sea un poco vergonzoso mirar por encima del hombro a Pablo, quien, en Gálatas 3:28, escribió que, desde Jesucristo, las diferencias de religión, clase y género – “ya no hay hombre y mujer”, escribió sin rodeos- han sido abolidas en la humanidad. En muchos aspectos, hoy estamos más lejos de eso que entonces.

Notas:

[1] Michel Gourgues, « Perspectives féministes » en Des femmes aussi faisaient route avec lui, « Qui est mysogine, Paul ou certains Corinthiens ?, Médiaspaul, Montréal, 1995, p.156

[2] Jean-Yves Thériault, La femme dans la tradition chrétienne, en Revue Science et Esprit, vol. 37, Fascicule 3, Ediciones Bellarmin, Montreal, 1985, p. 306.

ACERCA DE LUCIE LÉPINE

Luego de una carrrera en educación primaria y secundaria, Lucie trabajó con grupos comunitarios como el Centro Familiar Hochelaga y asociaciones cristianas como el Centro de pastoral en medio obrero, la Conferencia religiosa canadiense y la Fundacion de la juventud obrera, entre otros. Lucie ha cursado el programa en Estudios bíblicos en la Universidad de Montreal y ama la vitalidad cultural de Montreal.

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