CORREO DEL LECTOR

Jesús, nuestra esperanza hoy

Par Benjamin Ébodé

CORREO DEL LECTOR

7 mayo 2025

Foto de MChe Lee / Unsplash

Establecer un diálogo con nuestros lectores forma parte de nuestra misión y es especialmente importante para nosotros. En esta sección, seleccionamos una de sus preguntas y le damos respuesta. ¡Escríbanos!

Un lector pregunta: ¿cómo puede Jesús venir hoy a nuestro encuentro? El texto que sigue, lo escribí y publiqué en marzo de 2025 en el blog Chemins franciscains (Caminos Franciscanos), para ofrecerle una respuesta.

 

La situación actual del mundo suscita interrogantes, incertidumbre, inquietud e incluso miedo. En efecto, las guerras, las catástrofes naturales, los regímenes políticos en transformación, el cambio climático, el relativismo excesivo, la pérdida de identidad y la búsqueda del verdadero sentido de la vida son situaciones que nos hacen preguntarnos: ¿cómo mantener viva la esperanza hoy?

Debemos intentar aferrarnos a alguien o a algo, para no hundirnos en la angustia y, sobre todo, para seguir alimentando en nosotros el deseo de vivir. Una mirada a Jesús en los Evangelios nos hace comprender que Él sigue y seguirá siendo hoy nuestra esperanza.

 

La esperanza, una luz en nuestro camino

 

Con Jesús, la esperanza es la luz que surge de las profundidades de los corazones atribulados, un rayo de sol que ilumina nuestro camino de oscuridad, el antídoto contra la desesperación, una fortaleza que nos anima a creer que lo mejor está por llegar y que transforma nuestros miedos en valentía cuando todo parece ir mal, una convicción profunda que nos abre a nuevas oportunidades transformando nuestros sueños en realidad, una brisa suave, un soplo nuevo que alivia nuestros corazones atormentados.

 

La esperanza en el presente

 

Con Jesús, hablamos de la esperanza en el presente, porque con sus palabras y sus obras nos revela que la esperanza no se encuentra sólo en un mundo de mañana, o en un mundo lejano, sino en el presente de nuestra existencia. Con su corazón a la vez humano y divino, Jesús es el hoy de mi esperanza, de tu esperanza, de nuestra esperanza, como lo fue en el pasado para los pastores de Belén, para Zaqueo y su familia, para la mujer con hemorragia, para el ciego Bartimeo, para la adúltera, para el Buen Ladrón, para los discípulos de Emaús y tantos otros.

 

Hoy ha nacido para ustedes, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.

(Lucas 2, 11)

 

Estas palabras iban dirigidas a los pastores, que, como todo el pueblo de Israel, esperaban el advenimiento de un Mesías. Ellos fueron los primeros en recibir este anuncio, que les trajo alegría y consuelo. La presencia de Jesús en el mundo de hoy sigue siendo el fundamento de nuestra esperanza.

Creer que está ahí, como prometió a sus discípulos: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20), y que está actuando, es un signo de vida y de esperanza para cada uno de nosotros, pues, como nos dice la profecía de Isaías (61,1-3), su presencia en nuestra humanidad hace entrar a los corazones heridos en una estación favorable, una primavera espiritual.

 

Hoy, la salvación ha llegado a esta casa.

(Lucas 19, 9)

 

A pesar de sus riquezas, Zaqueo no estaba satisfecho con su vida. Tenía sed de ver y conocer a Jesús. Su sueño se hizo realidad, y su alegría fue inmensa. En casa de Zaqueo, Jesús proclamó la llegada de la salvación hoy. A través de estas palabras, comprendemos que, con Jesús, la esperanza no es una promesa abstracta y lejana, sino que ya está aquí, se cumple en el presente, en el corazón de quienes se abren a la presencia de Jesús. Como Zaqueo, estamos invitados a acoger a Jesús en nuestro corazón y en nuestra vida, para que haga presente nuestra esperanza. Jesús no se contenta con prometernos un futuro glorioso; nos invita a saborear ahora mismo los frutos de la esperanza: paz, alegría, mansedumbre y ternura.

 

Hoy, conmigo, estarás en el paraíso.

(Lucas 23, 43)

 

En su sufrimiento, el Buen Ladrón eleva su voz a Jesús: “Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”. Su lejano deseo de un futuro mejor con Jesús le mantiene en una postura de “todo irá bien”. Jesús, en su respuesta a la queja del Buen Ladrón, devuelve su esperanza al presente: “Hoy, conmigo, estarás en el paraíso”. Cuando los sufrimientos del mundo parezcan retenernos en la cruz como al Buen Ladrón, mantengamos la mirada fija en Jesús, que es nuestra esperanza en el presente. Él sufre con nosotros, camina con nosotros para ayudarnos a reencontrar la esperanza perdida, como hizo con los discípulos de Emaús.

 

Esperar es vivir

 

En un mundo oscuro y sin esperanza, pidamos a Jesús que nos enseñe a esperar. Porque, según Jean-Yves Baziou, esperar es respirar, desear, llenarse de futuro, confiar en el futuro, caminar. La esperanza hoy no significa huir de las realidades presentes del mundo, o ignorarlas, sino afrontarlas con la certeza de que el bien es más fuerte que el mal, de que Dios es más fuerte y grande que todo lo que nos agobia. Jesús es hoy nuestra esperanza, porque con Él podemos disfrutar cada día de los pequeños placeres del momento presente.

 

No dude en enviar sus preguntas a info@fondationperemenard.org y unirse al debate. Estamos encantados de escucharle.

 

ACERCA DE BENJAMIN ÉBODÉ

En agosto de 2022, Benjamin fue elegido secretario y consejero general de la Sociedad de los Misioneros de los Santos Apóstoles. De 2016 a 2022, ocupó diversos cargos, incluido el de rector, en el Santuario María Reina de los Corazones de Chertsey. Actualmente forma parte del Consejo de Administración de la Fundación Père-Ménard.

 

Las opiniones expresadas en los textos son las de sus autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fondation Père-Ménard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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