Foto por Jørgen Håland / Unsplash
La parábola que sigue (Q 16,13) es una de esas preciosas formulaciones de las que el Evangelio tiene el secreto y que, de vez en cuando, nos regala para que en pocas palabras podamos resumir todo lo que tiene que decir.
Está formada por un marco que contiene dos afirmaciones paralelas, la primera general y la segunda específica (v 13a y d); en el centro, dos afirmaciones igualmente paralelas que justifican el contenido del marco. Una perícopa así no se improvisa; es obra de un escriba que sopesa sus palabras y las coloca en un estuche literario que las realza. La última línea, que tiene muchas posibilidades de volver a Jesús, es un concentrado del Evangelio.
Q 16,13 Nadie puede ser esclavo de dos amos.
Odiará a uno y amará al otro,
o se aferrará a uno y despreciará al otro.
No se puede ser esclavo de Dios y del Dinero al mismo tiempo.
Al decir “esclavo’, habla de su tiempo. Todo ser humano tiene un señor, un amo cuyas directrices debe seguir; así es como encuentra su identidad, su lugar en la sociedad, su modo de vida y su seguridad. Por lo general, es a través de la familia como se transmite el lugar de una persona en la comunidad, y es en el seno de la familia donde se desarrolla el sentido de pertenencia, el sentido de la responsabilidad y una visión compartida de la vida. Al final, un ser humano tiene la familia, los amigos, los compañeros de trabajo y el estilo de vida que convienen al amo o señor del que depende. Con el tiempo, llega a ser como su amo. Así que uno no cambia de amo como cambia de camisa.
V 13a. La parábola que abre el marco es evidente: puesto que, en la vida, nos orientamos en función del maestro que tenemos, es imposible tener dos maestros y avanzar en dos direcciones distintas al mismo tiempo. El marco de la cuestión tratada en la perícopa está, pues, claramente establecido: tengo que preguntarme quién es mi “maestro”, es decir, quién es el que define los marcadores que utilizo para avanzar en la vida. El mero hecho de plantearme esta pregunta es muy importante, porque sólo tengo una vida que vivir, un ser humano en el que convertirme, y voy a convertirme lo planee o no. Así que tengo que decidir si dejo que otro defina quién voy a ser, o si me tomo a mí mismo en mis manos y me pongo a dirigir mi vida hacia el objetivo -o “maestro”- que yo quiero.
V 13bc. Hoy en día, al igual que en el pasado, hay todo tipo de personas que quieren dirigir mi vida, algunas de las cuales incluso tienen títulos reconocidos: lobistas, planificadores, influenciadores, gurús, promotores, expertos en inteligencia artificial, etcétera. Estas personas tienen planes de carrera, planes de vida, y saben lo que quieren de aquellos cuyas vidas quieren dirigir. Yo, en cambio, puedo pasarme la vida siguiendo mis gustos del momento, alineándome constantemente con lo que “me gusta y lo que no me gusta”, sin preocuparme de la coherencia de mis elecciones momentáneas y de la calidad del ser humano que acabarán produciendo. El resultado de mi vida -es decir, yo- revelará quién ha sido mi maestro.
V 13d. La última línea, que cierra el cuadro, reduce por fin a dos el número de “amos” que cuentan: Dios y el Dinero. Pero es importante ver de qué habla la Fuente.
“Dios” no es la religión, el Vaticano, el credo, el latín, la moral y la misa. Se trata más bien de la interioridad, de la llamada a compartir y comunicar con miras a una humanidad feliz en un planeta respetado. El ser humano que sigue a este maestro debe necesariamente distanciarse de los demás, ocuparse de su propio futuro; descubrir, a su alrededor, a quienes comparten sus puntos de vista y rodearse de ellos para conformar con ellos una burbuja de humanidad donde la esperanza sea posible.
Presentar al segundo amo puede hacerse en pocas palabras, ya que tenemos la suerte de ver cada día en la pantalla los estragos que sufren los seres humanos convertidos en esclavos del Dinero y sus subordinados: Narcisismo, Egoísmo, Avaricia, Arrogancia, Ignorancia, Inmoralidad, Locura, Fanfarronería, Vejación. Todos ellos desfilan ante nosotros, caricaturas humanas que revelan cómo será cualquiera que los tome como amos.
No sabemos lo que el “amo” Dios hace o deja de hacer en la historia. E, individualmente, nuestro poder para cambiar la situación a gran escala es prácticamente inexistente. Pero si hay algo que está a nuestro alcance y es de vital importancia para la humanidad y el planeta, es que todos y cada uno de nosotros nos convirtamos en un ser humano y no en una caricatura de uno.
ACERCA DE ANDRÉ MYRE
André es un reconocido biblista, autor de numerosos libros, profesor jubilado de la Universidad de Montreal y especialista de los Evangelios, particularmente el de Marcos. Durante varios años, ha dirigido numerosos talleres bíblicos.
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