[Mt 13,44] El reino de Dios es semejante a un tesoro escondido en un campo. Un hombre lo encuentra y se apresura a esconderlo nuevamente, y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo.
45 También el reino de Dios es semejante a un mercader que busca bellas perlas, quien habiendo hallado una perla preciosa, fue y vende todo lo que tiene, y la compra.
A menudo dejamos de lado rápidamente estas dos imágenes, demasiado conocidas. Sin embargo, merecen algo de atención. Cosa rara, estas imágenes nos permiten ver el alma de Jesús, quien cuida del reino de Dios como a la niña de sus ojos. Jesus está dispuesto a perderlo todo por este reino. El ser humano tiene el valor de su esperanza: “Donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón” (Mt 6,21).
[Una nota sobre el reino de Dios. Esta forma de decir que la esperanza murió con Jesús. Cuando el Nuevo Testamento retomó la frase, le dio otro significado. Hoy en día, si no podemos compartir la expectativa de la llegada inminente de un nuevo Reino, tenemos que dejarnos desafiar por dos aspectos del pensamiento de Jesús. Primero, si él espera el reino de Dios, es porque desaprueba radicalmente aquel bajo el que vive; y, en consecuencia, se siente llamado a trazar con su vida las líneas de fuerza del Reino venidero. Creer en Jesús es hacer como él en nuestro mundo.]
“Vender todo lo que tienes” significa tomar decisiones continuamente en la línea de la esperanza. Decisiones que, con el paso de los días, van a transformar tu personalidad moldeandola según la forma deseada.
André Myre
Es por esta razón pour la que no podemos servir al mismo tiempo a “Dios” y al Imperio o a la sociedad de consumo al mismo tiempo. Es imposible convertirse a la vez en una cosa y en su opuesto.
Sin embargo, a lo largo de la Historia parece imposible vivir de otra forma que bajo la influencia perjudicial de un imperio. Éste ocupa todo el espacio visible, mientras el reino de Dios permance oculto, y sólo puede dejarse ver si un ser humano se deshace de todo por él.
Este tipo de textos revelan nuestras debilidades y ambigüedades. Debemos aceptar dejarnos herir por ellas, no tratar de ablandarlas o despuntarlas. Cuando moldean nuestra alma de esta manera, están excavando en nuestro interior para mostrarnos el tesoro escondido que constituye el reino enterrado de Dios. Este tesoro no se deposita en el banco ni tiene palabras para describirse a sí mismo.
Es un empujón que surge desde adentro, y que nos hace darnos cuenta de que existe algo Más Grande que el Imperio, algo Más Grande que los gigantes de la tecnología y las finanzas que controlan el mundo y lo destruyen para obtener beneficios, algo Más Grande que trabaja en la línea del amor, la inteligencia, la libertad, el compartir. Quien encuentre este tesoro se acerca a la esperanza de lo que Jesús llamó “el reino de Dios”.
Para terminar, tengamos en cuenta que los dos personajes representados en las dos parábolas son personas acomodadas: un terrateniente que puede permitirse expandir sus dominios y un rico comerciante. Aunque es típico que este tipo de gente no quiera saber nada sobre el reino de Dios, sus esfuerzos deben ser emulados pues ellos están dispuestos a hacer para alcanzar sus metas en la vida.
ACERCA DE ANDRÉ MYRE
André es un reconocido biblista, autor de numerosos libros, profesor jubilado de la Universidad de Montreal y especialista de los Evangelios, particularmente el de Marcos. Durante varios años, ha dirigido numerosos talleres bíblicos.
Texto traducido al español por Sandra Ortega, en el marco del programa Forjando Líderes Comunitarios, de la Fundación CEILI, A.C. #SoyLíderFunCeili
