ARTÍCULOS

El poder en el centro de las tentaciones de Jesús

photo Marguerite Denhez-Zeitouni

Par Marguerite Denhez-Zeitouni

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2 marzo 2022

Briton Rivière, Cristo en el desierto, 1898, óleo sobre tela, 117 cm x 189 cm, Galería de Arte Guildhall, Londres

A partir de los relatos de los evangelistas Marcos, Mateo y Lucas, se presenta este análisis del episodio de las tentaciones de Jesús en el desierto. En este texto se destacarán las similitudes y diferencias entre las tres epístolas.

 

En su relato, Marcos [Mc 1,12-13] habla de lo esencial: Jesús es empujado por el Espíritu a vivir en el desierto durante 40 días. Durante este tiempo es tentado por Satanás, vive entre animales salvajes y los ángeles acuden a él para servirle.

En cambio, Mateo [Mt 4,1-11] pone a los personajes en escena y los hace hablar entre sí. Presenta una verdadera “obra de teatro”: un escenario, personajes, un “bueno” y un “malo”, acción (¡Steven Spielberg no tiene nada que envidiarle!). Somos testigos de una escena fantástica. Nos imaginamos al demonio llevando a Jesús a la cima del templo, en una montaña. La mayoría de los cineastas se han dedicado a reproducir esta escena en las películas, ya sea representando a Satanás como un hombre de negocios con traje y corbata, una chica guapa con un escote pronunciado, una serpiente, un dragón, un personaje con cuernos y cola, etc.

Por último, el texto de Lucas [Lucas 4:1-13] es similar al de Mateo con algunas diferencias. Cuando Lucas dice que Jesús se aleja de las orillas del Jordán, es para hacer la conexión entre el bautismo de Jesús y su entrada en el desierto. En el relato de Lucas se alude a la famosa “genealogía” de Jesús para significar que es un ser humano y, al mismo tiempo, revelar que es el hijo de Dios. En este texto se menciona que Jesús no comió nada durante estos 40 días, pero quien que ha intentado hacer esto casi muere.

 

En el desierto

 

En los tres relatos se dice que Jesús va al desierto “movido por el Espíritu”. En el Antiguo Testamento, el profeta recibe “el Espíritu de Dios” como una fuerza irresistible, como un viento violento que sopla y empuja al “elegido” a llevar el mensaje recibido. Así, Jesús es “empujado” al desierto por el Espíritu que acaba de recibir en su bautismo, cuando comprende que es verdaderamente “el elegido” por Dios para cumplir una misión: es el Mesías tan esperado.

¿Por qué el desierto? Obviamente, porque es un lugar ideal para hacer un retiro, porque no hay muchas distracciones y se puede pensar sin ser molestado. Jesús sabe que su vida va a cambiar radicalmente y necesita aislarse para reflexionar. ¡La vida tranquila se acabó!

Pero el desierto se menciona por otra razón. No debemos olvidar que Jesús representa en sí mismo las más grandes figuras del Antiguo Testamento. Para los judíos de la época, dos cosas eran de suma importancia: la ley y los profetas. Los dos héroes del Antiguo Testamento son Moisés y Elías.

Moisés conduce al pueblo hebreo por el desierto hasta la tierra prometida. Este pueblo estuvo sometido al hambre, la sed y el desánimo durante 40 años [Dt 8:2-3]. Jesús es, pues, el “nuevo Moisés”, el Mesías que vendrá a liberar al pueblo hebreo.

 

El poder y la dominación

 

En primer lugar, es importante establecer que el diablo no es una entidad externa. La lucha de Jesús fue dentro de sí mismo y duró toda su vida. En sus relatos, Mateo y Lucas establecen una “contienda verbal” entre Jesús y Satanás, utilizando técnicas literarias para aumentar el efecto dramático:

Acto 1: El demonio pide a Jesús que se ponga en posición de autoridad y “ordene” a las piedras que se conviertan en panes. De este modo, Satanás le ofrece apartarse del orden de la naturaleza, utilizar su poder para mejorar su situación y su bienestar personal. Al negarse a hacerlo, Jesús rechaza el deseo inmoderado y la codicia de los bienes materiales.

Él será un Mesías pobre, cercano a los más pobres de su entorno; vivirá la vida de un predicador itinerante con un estilo de vida precario. Sabemos que los discípulos “bien intencionados” de Jesús también querían un Mesías poderoso.

Acto 2: La escena cambia y Jesús es transportado a una montaña muy alta. El demonio le mostrará todos los reinos de la Tierra. En el Evangelio según Mateo, esta tentación será mencionada en tercer lugar [Mt 4, 8-10].

Esta tentación es la del dominio, la del poder por el poder, incluso en el ámbito religioso, que a menudo implica la connivencia con las fuerzas del mal. “Te daré todo esto si aceptas postrarte ante mí”, le dijo el demonio a Jesús [Mt 4,9].

¿No les parece que esto es muy actual? Sabemos que algunos de sus discípulos querían ver en Jesús un Mesías real, guerrero, rico y poderoso. Varias veces quisieron hacerlo rey. Jesús eligió lo contrario y se acercó a los más desfavorecidos y marginados.

Las tentaciones de Jesús corresponden a nuestras propias vulnerabilidades; nosotros también somos tentados por el poder de la vida sobre la muerte, el deseo de controlar a los demás en nuestro propio beneficio, el deseo de acumular riquezas, la ambición desmedida y las adicciones a todo tipo de cosas.

 

ACERCA DE MARGUERITE DENHEZ-ZEITOUNI

Marguerite tiene dos pasiones: Dios y la música. Licenciada en ciencias religiosas, fue asesora educativa en educación religiosa en escuelas de la Commisión de escuelas católicas de Montreal (CECM). Tambien formó equipos de profesores y realizó animación pastoral. Actualmente, Marguerite imparte lecciones bíblicas para adultos y ofrece conciertos de canto en residencias para personas de la tercera edad.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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