Foto por Victoire Joncheray / Unsplash
La espiritualidad motiva al ser humano a llegar a ser lo que debe ser mientras continúa desarrollando lo que la Palabra ha iniciado en él. El aspecto trascendente del hombre, que se refiere a su capacidad de conectar con realidades superiores e invisibles, le lleva necesariamente a la fe, es decir, a la confianza.
Por ejemplo, para los agricultores, sembrar semillas es ante todo un gesto de fe en la generosidad de la naturaleza, cualesquiera que sean las condiciones de la tierra. Este gesto encarna la confianza en un proceso superior al humano.
En verdad, el hombre sólo conoce un adversario, que es él mismo, y aunque podamos temer, por desgracia, que sea lo bastante irrazonable como para infligirse las peores heridas, no podemos dudar de que, a pesar de toda su locura, logrará exterminarse a sí mismo.
Jean Rostand[1]
Los seres humanos, con la ayuda de su conciencia y superando su mente, tienen la capacidad de trascender las cosas. Como resultado, pueden ajustar su estrés de forma positiva, superándose a sí mismos. En realidad, gran parte de la humanidad busca una misma cosa: el poder de superarnos a sí misma.
Esto es tan cierto para los creyentes como para los no creyentes, o para los que creen en sí mismos o en un Ser superior. Por ejemplo, la palabra inuit “sila” define lo más profundo del ser humano: su razón, su inteligencia y, sobre todo, sus creencias. Este poder de trascender también puede verse como un sistema de pensamiento estrictamente racional: la ciencia marxista, por ejemplo.
A veces, este poder de trascender toma la forma de seres suprasensibles, por tanto, difíciles de percibir, cuyos atributos trascienden los de la humanidad común. Estos seres pueden pertenecer total o parcialmente a la naturaleza, como en el caso del culto a los antepasados o del contacto extrahumano. Además, estos seres pueden servir de vínculo con un Otro mundo percibido como espiritual, como es el caso de las religiones monoteístas. Por último, el poder del ser humano para ir más allá, para cambiar paradigmas, se atreve a ser aventurero.
La vida es un movimiento continuo. A cada instante, nuestros cuerpos evolucionan: nunca somos los mismos. Envejecemos sin ningún control sobre el tiempo, igual que no se puede detener el viento. Séneca dijo: “Se necesita toda una vida para aprender a morir”. Ante una realidad desesperante, el espíritu se revela y el placer de aprender cambia por completo la situación. Aprendiendo, superándonos, nos interesamos, nos experimentamos.
Sin embargo, basta un virus para dar un vuelco al curso de nuestras vidas. Pero, como decía Séneca, “vivir no es esperar a que pase la tormenta, es aprender a bailar bajo la lluvia”. No hay que esperar a que una empresa esté madura para empezarla. Hay que aprovechar la oportunidad, atreverse con lo desconocido, adelantarse al futuro, intentar algo nuevo. En cualquier caso, la pandemia nos enseñó que nada volverá a ser igual y que debemos desarrollar nuestros recursos interiores para poder vivir en un mundo imprevisible.
Nota :
[1] Jean Rostand (1894-1977) es un escritor, moralista, biólogo, historiador de la ciencia y académico francés.
ACERCA DE DENIS GAUTHIER ET PIERRE BRULÉ
Denis es filósofo y Pierre, psicólogo. Ambos tienen un MBA realizado en universidades del Quebec. Se conocieron durante un curso de filosofía en la Université du Québec à Trois-Rivières y son coautores del libro “Vernos de forma diferente: La conciencia y su poder”. Amantes de la naturaleza, de los seres humanos y de los desafíos, se lanzaron en la aventura de escribir juntos esta crónica espiritual. Pierre ha fallecido en agosto de 2023, pero los textos que escribió junto con Denis seguirán publicándose.
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