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El amor necesita repetirse

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Par Yvon Pomerleau

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4 agosto 2021

Foto por Karim Manjra / Unsplash

Ya no es posible dudar del lugar que ocupa el amor en los Evangelios, y en particular en el de San Juan. Estoy más convencido que nunca de que el amor está en el corazón de la Buena Nueva… pero esto no facilita necesariamente el trabajo del predicador que no quiere repetirse demasiado.

 

La primera pregunta que se me ocurre es precisamente sobre la repetición. ¿Es esto tan malo? En nuestras vidas, no sólo el amor invita a la repetición de preguntas y afirmaciones. ¿Han pensado alguna vez lo dificil que sería la vida sin la repetición? ¿Cuántas acciones repetimos cada día, de la mañana a la noche, más o menos de la misma manera? No hay mil maneras de caminar, salvo poner un pie delante del otro.

Nuestro vocabulario diario se reduce probablemente a unos cientos de palabras. La repetición de palabras ayuda a destacar algo importante. Un profesor repetirá la misma regla gramatical varias veces hasta que ésta entre en la cabeza del alumno. El amor, incluso el más creativo, necesita repetir ciertos gestos y ciertas palabras.

En el pasaje evangélico de Juan (21:15-19), Jesús hace tres veces la misma pregunta a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”, obteniendo tres veces la misma respuesta: “Tú lo sabes, que te amo”. El número tres aparece tantas veces en la Biblia que nos lleva a preguntarnos por el simbolismo de este número.

 

El número 3

 

Este cifra aparece a lo largo de la vida de Jesús. Los reyes magos que vienen a adorar a Jesús le ofrecen oro, incienso y mirra. Jesús, siendo niño, se queda en el Templo de Jerusalén mientras sus padres lo buscan durante tres días. Jesús crecía en sabiduría, estatura y gracia. En su bautismo, el Espíritu desciende sobre Jesús y se oye la voz del Padre: las tres personas divinas están presentes. En el desierto, Jesús es tentado tres veces por Satanás. Entre los doce apóstoles, Jesús elige a tres para vivir momentos especiales. En la crucifixión, hubieron tres horas de oscuridad en la tierra. “Hay tres que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre”.

La lista continúa casi interminable, pero volvamos a la triple confesión de amor de Pedro. Hace eco a la triple negación de ser apóstol de Jésus. Es con la misma seguridad que Pedro niega a Jesús y expresa su adhesión a él. La triple confesión de Pedro conduce a una triple misión: “Sé el pastor de mis ovejas”. San Agustín diría que “alimentar el rebaño es una tarea de amor”.

A cada uno de nosotros, el Señor nos hace hoy la misma pregunta: “¿Me amas? ¿Me quieres de verdad?” ¿Qué respondemos?

 

ACERCA DE YVON POMERLEAU

Después de más de treinta años como misionero en Ruanda, donde vivió la violencia del genocidio, y como asesor del Superior de la Orden de Predicadores en Roma, fue prior provincial de los Dominicos de Canadá de 2002 a 2010. Amante de la naturaleza y del otro, Yvon participa, entre otras cosas, en el desarrollo del Hogar del Mundo, un refugio para solicitantes de asilo y refugiados en Montreal.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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