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Los escribas de la Fuente colocaron la perícopa que sigue (Q 17:3-4) inmediatamente después del versículo que habla de la alegría del Cielo cuando una sola persona perdida encuentra el camino de vuelta (15:10).
El texto interpela a la comunidad de seguidores de Jesús para que se comporte en consecuencia. El texto está formado por dos fragmentos, compuestos primero por separado y luego unidos por el tema.
Q 17,3 ¿Se ha extraviado tu hermano?
Tráelo de vuelta.
¿Ha cambiado de dirección?
Apóyale.
4 ¿Te ofende siete veces al día?
Perdónale siete veces.
Juntas, las dos palabras se refieren a un “hermano” o una “hermana”. Los escribas están pensando en alguien muy cercano a ellos, ya que los problemas son frecuentes. Pero las situaciones que tienen en mente las dos partes de la perícopa son diferentes: en el primer caso, se trata de un pariente que ha “pecado”, no en el sentido de haber contravenido alguna de las directrices de la Torá, sino en el sentido mucho más amplio y grave de haber errado el camino de su vida. No hay nada peor que le pueda ocurrir a un ser humano. El otro caso, aunque la situación se haya vuelto insoportable, es más desenfadado: se trata de los numerosos enfrentamientos que pueden producirse entre dos personas que se sacan de quicio mutuamente.
1. Como sabemos, las relaciones humanas son un asunto delicado, y el contenido del primer fragmento requiere una interpretación cuidadosa. El “pecado” del hermano en cuestión no es una simple falta que un funcionario o un conocido comprensivo puedan perdonar. El texto se refiere a la orientación de fondo, a las opciones que configuran nuestro ser, a los valores que definen nuestra vida. Los escribas esbozan delicadamente una orientación, dejando a los lectores la decisión de cómo comportarse. La línea básica es la siguiente: eres responsable de tu hermano o hermana, no dejes que nadie se extravíe lavándote las manos. Haces todo lo posible por devolver a la otra persona al camino de su humanidad, hacia el objetivo de su vida.
Y si, por casualidad, deciden cambiar de dirección, les apoyas todo lo que puedes. Pero esto sólo es posible a escala humana, donde existe un clima de confianza, entre seres humanos capaces de mirarse con claridad. Debemos recordar siempre las palabras de Mateo: “No arrojen sus perlas a los cerdos” (7:6). No se puede perdonar a cualquiera. El perdón es imposible si la otra persona decide seguir siendo inhumana.
2. Los seres humanos son diferentes, las relaciones humanas suelen ser complicadas, las personalidades chocan, con mayor o menor frecuencia, con mayor o menor gravedad. Los escribas de la Fuente, reflexionando sobre el camino trazado por Jesús, formulan una directiva ilimitada: hay que hacer todo lo posible para no romper los lazos, “él no dejará de molestarte, tú no dejarás de perdonarle”. A cada uno le corresponde ver qué puede hacer, dada su situación, su carácter y su paciencia. Teniendo en cuenta, también, el adagio que solía repetir mi madre -cuyo significado comprendo sin conocer su origen: “¡Al pan bendito no se le echa el ojo!”. O, como dijo una vez un colega mío: “¡Los límites tienen límites!”. El discernimiento siempre tiene su lugar.
La perícopa sobre el perdón es típica del evangelio, fruto de la sabiduría y la experiencia. No puede leerse con prisas. Es una invitación a todos y cada uno de nosotros a mirar el estado de nuestras relaciones humanas, una evaluación que nos ayudará a ver si el objetivo de la vida está justo delante de nosotros o si se ha perdido de vista.
ACERCA DE ANDRÉ MYRE
André es un reconocido biblista, autor de numerosos libros, profesor jubilado de la Universidad de Montreal y especialista de los Evangelios, particularmente el de Marcos. Durante varios años, ha dirigido numerosos talleres bíblicos.
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