ENTREVISTAS

André Franche: “La Providencia saldrá siempre antes que el sol”

photo Miriam Castro

Par Miriam Castro

ENTREVISTAS

9 junio 2021

André Franche es un aventurero con una memoria prodigiosa. En esta entrevista, habla de su vida como misionero laico en Sudamérica, de las enseñanzas del Padre Eusebio Ménard, de su familia, de su fe y de su dedicación para mejorar la vida de los más desfavorecidos.

André nació en el campo quebequense, en Saint-Hermas, un pueblo situado a 55 km de Montreal. Estudiaba y trabajaba en la granja familiar cuando, a los dieciséis años, leyó el libro “21 Años con los Papúes”, de André Dupeyrat, un misionero francés que vivió en Papúa, y se dio cuenta de que quería marcharse a una misión. Obviamente, en aquella época, la única forma de irse de misión era con una comunidad religiosa.

Le aconsejaron que fuera al Colegio Saint-Jean-Vianney para encontrar su camino. Allí, el padre Doucet le preguntó por qué quería ser sacerdote. “Yo no pensaba en eso, sólo quería ir de misión para ayudar al mundo. No recuerdo lo que le respondí, pero me aceptaron.”

Durante sus estudios colegiales, conoció al padre Eusebio Ménard, que había establecido una misión en Sudamérica. En 1964, a los 21 años, André se marchó al Perú para trabajar y estudiar teología. De lunes a viernes, estudiaba en el seminario: “La teología no me atraía, me parecía un poco árida”. Los fines de semana, recorre los barrios marginales de las afueras de Lima.

 

Un día conocí a gente que juntaba agua para regar e intentaba purificarla usando filtros hechos a mano con arena. Así que empecé a buscar fondos para ayudarles a realizar su proyecto lo mejor posible.

André Franche

 

André fue ordenado diácono y fue entonces cuando decidió dejar de estudiar, porque vio que el trabajo de sacerdote no le convencía. Se interesaba más por proyectos concretos, como la construcción y administración de escuelas técnicas en Perú y la construcción de un seminario en Colombia para los Misioneros de los Santos Apóstoles. André viaja regularmente de Bogotá a Lima y viceversa, a veces en jeep.

 

El encuentro con el amor

 

En 1970, Céline Tremblay, una joven enfermera, llegó a Bogotá con un grupo de cooperantes de SUCO para trabajar en un hospital de Popayán, una ciudad al sur de Colombia. André y Céline se encuentran y empiezan a frecuentarse y conocerse. Al cabo de dos años, se dan cuenta de que comparten los mismos valores y deciden casarse.

André no creía poder seguir trabajando para la misión. Sin embargo, el padre Eusebio le pidió que siguiera colaborando como misionero laico, porque conocía bien a las personas implicadas y los asuntos. Para el padre Ménard, la colaboración real entre los sacerdotes y los laicos comprometidos es esencial para el desarrollo de la misión. “El padre Eusebio no tenía ningún problema, pero algunos misioneros, con una mentalidad más clerical, no aceptaban que un laico firmara cheques de la cuenta bancaria de la comunidad.’

En los años siguientes, Céline y André tuvieron cuatro hijos. Los tres primeros (Marc-André, Martin y Louise) nacieron en Colombia y el más joven (Michel) en Montreal, mientras la pareja estaba de vacaciones.

 

Regreso a Quebec

 

Tras diecisiete años en Colombia, la pareja decide marcharse. La guerrilla del narcotráfico sacudía el país y la violencia aumentaba cada día. “Se estaba volviendo peligroso quedarse allí con los niños, ya que aumentaban los atentados y los secuestros para pedir rescate.”

Con pesar, hacen las maletas para regresar a Quebec. Sin dinero, saben que tendrán que empezar de cero. Sin embargo, André confiesa que nunca perdió la fe en la Providencia. ¡Y funcionó! Pocos días después de su regreso, le pidieron que asumiera la dirección de la Fundación Padre Ménard, creada en 1970. André aceptó inmediatamente.

 

En el Colegio Saint-Jean-Vianney, había un cartel en el recodo de la escalera, era la frase de Henri Lacordaire: “Lo único que sé del mañana es que la Providencia saldrá antes que el sol”. El padre Ménard la había hecho suya y a menudo nos hablaba de ella. Esta frase siempre me ha inspirado y hoy me resulta muy útil para recaudar fondos. Si no confiáramos en la Providencia, a menudo tendríamos úlceras estomacales…

André Franche

 

Gracias a su trabajo en la Fundación Padre Ménard, André puede mantenerse en contacto con las obras que conoce bien en Sudamérica. Vuelve a visitar los diversos proyectos de ayuda humanitaria, como el Hogar San Pedro, un centro de alojamiento y convalecencia para personas enfermas, abandonadas y sin dinero.

 

Reunión de seguimiento del proyecto de agua potable en Azángaro, Perú.

Guerrero del agua potable

 

En 2000, André se convirtió en Presidente y Director General de Alas de Esperanza. En sus inicios, esta organización ofrecía un servicio de transporte aéreo para misiones humanitarias en la Amazonia, pero ahora apoya la realización de proyectos de agua potable en las zonas más aisladas de Perú.

Para André, garantizar el acceso al agua potable es un punto de partida para devolver la dignidad humana a los más pobres. “Es la forma más eficaz de sacar a la gente de la pobreza.” El planteamiento de Alas de Esperanza consiste en implicar activamente a la población local pidiéndole que aporte mano de obra no especializada y participe en los cursos de formación para el mantenimiento de las instalaciones. Además, es imperativo que los comités de gestión del agua incluyan a mujeres en puestos de decisión, ya que esto transforma positivamente los pueblos y las actitudes.

André cree firmemente en la capacidad de resiliencia del ser humano. “Por ejemplo, cuando a las personas se les dice que tienen que cavar kilómetros de zanjas para poner en marcha un proyecto de agua potable, lo primero que les viene a la mente es que no son capaces. Es cierto que el trabajo es muy largo y duro. Pero cuando consiguen unir sus fuerzas y llevar a cabo la tarea, ¡se sienten tan orgullosos!”

Profundamente creyente, André reza todos los días. “Pido al Señor que me acompañe en todo lo que hago, que haga que mi trabajo dé frutos para ayudar a más personas necesitadas.”

 

ACERCA DE MIRIAM CASTRO

Apasionada de los viajes y la cultura, Miriam decide establecerse en Quebec y finaliza una Maestría en Comunicación por la UQAM, mientras dirige la Fundación Père-Ménard. Cuando no está corriendo para hacer su meditación en movimiento, Miriam gusta de leer un buen libro, mirar series o compartir una buena comida con las personas que ama.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

Partager :

Síguenos en Facebook

Sigue a la fundación en Facebook para mantenerte informado sobre nuestras actividades, nuestros proyectos y nuestras últimas publicaciones.

Yo suscribo

¿Quieres recibir más contenido?

Suscríbase a nuestra lista de correo y le enviaremos un correo electrónico cada vez que se publique una nueva publicación, es fácil y gratuito.

Yo suscribo