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Ainu Mosir, una historia de duelo e identidad

photo Laurence Gagnon

Par Laurence Gagnon

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21 septiembre 2022

En la foto: Shimokura Kanto en Ainu Mosir, Array, via le New York Times

Un año después de la muerte de su padre, a Kanto le resulta difícil conectar con su herencia ainu. A través de la reactivación de un antiguo ritual que había sido olvidado, el adolescente aprende a lidiar con su dolor y comienza a entender lo que significa, para sí, ser Ainu.

La película Ainu Mosir (2020) cuenta la historia de Kanto, de catorce años, que vive en el pueblo ainu[1] de Akan, donde la principal fuente de ingresos es el turismo; los habitantes se ganan la vida vendiendo objetos de arte tradicional u organizando actuaciones en festivales de temporada. Kanto no se siente vinculado a su comunidad y quiere abandonar el pueblo para acudir al instituto[2]Mientras intenta desprenderse de sus orígenes, un anciano de la comunidad, Debo, se ofrece a ayudarle a cuidar de un osezno que tiene en una jaula.

Lo que Kanto no sabe es que el cachorro de oso, llamado cariñosamente Chibi (un término asociado a los niños pequeños, o a algo lindo), es el centro de un ritual ancestral conocido como Iomante, que consiste en alimentar y cuidar al animal, para sacrificarlo una vez que llegue el invierno. La reactivación de esta práctica olvidada se inscribe en el deseo de la comunidad de recuperar la posesión de su cultura y sus conocimientos, perdidos a lo largo de los siglos por los numerosos intentos de asimilación.

Iomante tiene una fuerte carga simbólica en la tradición ainu[3]. Cada animal está habitado por un dios, llamado kamuy, y el sacrificio de Chibi permitirá al kamuy que lo habita volver a su mundo y comunicarse con sus semejantes, para que otros kamuy vengan a visitar la tierra de los humanos y se entreguen a ellos para asegurar su supervivencia.

El ritual divide a la comunidad. A algunos miembros les preocupa cómo será percibido el sacrificio del osezno por la sociedad japonesa moderna. Kanto, por su parte, siente frustración, incomprensión y pena al conocer el destino de Chibi, como un reflejo de sus sentimientos tras la muerte de su padre.

 

Reivindicar sus orígenes

 

La película dramatiza eficazmente esta dualidad entre los adultos de la comunidad quienes, por un lado, reclaman su herencia y tratan de reconectar con sus prácticas ancestrales, y, por el otro, Kanto que tiene dificultad para hacer lo mismo. Hay varios ejemplos: la madre de Kanto toma clases de la lengua ainu, que no domina, y gestiona una tienda de artesanía en el pueblo; Debo talla arte tradicional y ofrece una oración a los dioses cada vez que sale al bosque; el padre de Kanto, quien, antes de su muerte, le enseñó a sobrevivir en la naturaleza.

Por su parte, Kanto no reniega por completo de su cultura ainu, ya que está integrada en su vida cotidiana; pero, como le dice a su madre, quiere ser “normal”: estar en una banda que toca canciones de rock americano, ver películas convencionales, ir a la escuela fuera del pueblo ainu.

Kanto vive esta tensión entre tradición y modernidad, y lucha por conciliar sus dos deseos opuestos de pertenencia. Cree que tiene que tomar una decisión. Pero su madre le recuerda que la elección no tiene por qué ser categórica; es él quien debe decidir cómo vivir con sus tradiciones mientras se enfrenta al mundo moderno.

 

Vivir su duelo

 

La dificultad de Kanto para sentirse unido a la cultura ainu puede deberse a que su principal vínculo con ella, su padre, ya no está, y a que él no se ha tomado realmente el tiempo necesario para hacer el duelo.

“No tienes que apresurarte a llorar a tu padre”, le dice uno de los ancianos a Kanto. A pesar del año transcurrido desde su muerte, se intuye que el padre sigue presente en las vidas del adolescente y sus familiares: su habitación se mantiene intacta en la casa, como si fuera a atravesar la puerta en cualquier momento.

Y luego viene Iomante, cuyo regreso era importante para el padre de Kanto. La ceremonia para acompañar al kamuy al otro mundo adquiere un significado diferente para el niño, quien parece proyectar la figura de su padre en el cachorro. Al igual que con su padre, el niño debe llorar a Chibi, del que se ha encariñado, y acompañarlo en su viaje. Así, la ceremonia se convierte en una forma de que Kanto deje ir el espíritu del padre, al igual que deja ir el kamuy que habita en el osezno.

 

Foto por Olen Gandy / Unsplash

 

La película de Fukunaga Takeshi es de una gran compasión, lentamente nos permite sentir las emociones de los personajes y apreciar el vínculo entre ellos, así como su relación con la naturaleza y sus tradiciones. Al final de su viaje, Kanto se da cuenta de que no necesita elegir si quiere vivir como ainu o no; puesto que es ainu, todo lo que hace, ya sea dentro de su comunidad o en el espíritu del Japón moderno, es un acto ainu desde el principio. El niño es testigo de esta tensión entre tradición y modernidad, y da una pista sobre cómo conciliar ambas, respetando su individualidad.

Reconectar con las propias raíces es también una forma de iniciar un verdadero proceso de duelo. Y con la ayuda de la tradición animista, percibir una continuación después de la muerte. Los kamuy habitan en los vivos, y aunque vuelvan al lugar de donde vinieron, siempre acaban regresando.

 

Ainu Mosir es la segunda película de Fukunaga Takeshi. En 2020, la película ganó el premio a la mejor película internacional en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato y una mención especial del jurado en el Festival de Cine de Tribeca.

 

Película: Ainu Mosir (2020)

Escrita y dirigida por Fukunaga Takeshi

Distribución principal: Shimokura Kanto, Shimokura Emi, Akibe Debo, Miura Toko, Lily Franky

Disponible en Netflix

 

Notas:

 

[1] Los Ainu son un pueblo indígena de la isla de Hokkaido, en el norte de Japón.

[2] El sistema escolar de Japón es similar al de Francia o Estados Unidos. La escuela secundaria se divide en dos partes, equivalentes al collège y al lycée franceses, o a la middle school y al high school americanos.

[3] El pueblo ainu observa una tradición ancestral animista, similar a la de los primeros pueblos de América.

 

ACERCA DE LAURENCE GAGNON

A Laurence siempre le ha apasionado la literatura. Maestra en lengua y literatura francesas por la Universidad McGill, le interesa lo que los textos literarios pueden decir sobre el ser humano y su relación con el mundo. Curiosa por naturaleza, Laurence disfruta aprendiendo sobre diferentes culturas, su modo de ver la espiritualidad y sus relaciones con la comunidad. Sus pasatiempos van desde caminar por el bosque hasta el cine japonés, la literatura de las Primeras Naciones y la música clásica.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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